El pavoroso incendio que asoló más de 8.000 hectáreas de pinos y sotobosque en Moguer hace unas semanas, además de un tremendo daño ecológico, ha provocado un impacto muy negativo sobre la imagen de Huelva en una época clave para su economía. Los hoteleros ya han anunciado que el ritmo de reservas ha descendido porque no hay nada más temeroso y, si se me permite, cobarde que el turismo. Es lógico, nadie se va a ir de vacaciones a Siria cuando están cayendo misiles. Al tiempo, las otrora paradisíacas imágenes de la costa oriental onubense, con sus pinares verdes y sus playas abarrotadas, han perdido frescura por culpa de unas llamas que no entienden de nada cuando el viento se pone a soplar. La señal de alarma está lanzada, pues al daño ecológico se puede unir el económico y esa conjunción de factores es letal para la provincia.

Ante este panorama, la Junta de Andalucía, la Diputación y los ayuntamientos de la zona han anunciado la puesta en marcha de una campaña de imagen de ámbito nacional para alejar los temores de nuestros potenciales visitantes. Al tiempo, la Consejería de Medio Ambiente inicia mañana unas obras de urgencias para que lugares idílicos como Cuesta Maneli o de utilidad pública como el camping Doñana y el carril bici de Mazagón a Matalascañas recuperen su silueta. Son medidas acertadas, quizás tomadas con algo de retraso como señaló el Círculo de Empresarios Turísticos, pero totalmente necesarias para que la segunda parte del verano sea tan buena como se esperaba y logremos batir todos los récords posibles. Si eso se consigue lo agradecerán no solo los implicados en el sector, sino el bolsillo de toda la provincia. La ecucación es sencilla: más turistas, más empleo; más empleo más dinero para gastar.

Pero más allá de estas campañas puntuales lo que es necesario es que sean los propios onubenses los que se impliquen en trasladar a todo el mundo las excelencias de la provincia. Nos quejamos mucho -demasiado tal vez- de la falta de infraestructuras, de que estamos aislados o de que somos el córner -por no decir alguna palabra más fuerte- de Andalucía, pero pecamos de caer en el desánimo y la desidia sin ayuda de nadie. En tiempos en los que las redes sociales son un canal de comunicación ilimitado, quizás con que cada onubense se animara a contar en sus redes los secretos de la provincia tendríamos mucho camino recorrido. Y eso no significa dejar de lado ni orillar los múltiples problemas y carencias que padecemos; sería más bien poner en el universo la imagen de una tierra que lo tiene todo. Un lugar en el que uno se baña, pasea, come y disfruta como en muy pocos otros del mundo. Y eso es un motivo para presumir del que no debemos olvidarnos. Al margen de campañas y subvenciones oficiales, cada onubense tiene en su mano vender las excelencias de su tierra. Y además eso es gratis.

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