Dicen que a Pedro Sánchez le acompaña en La Moncloa uno de los estrategas políticos más avezados, osados e innovadores del panorama nacional. Dicen que Iván Redondo es un artista y que ha conseguido cosas que nadie creía posible. Tales son los ejemplos de poner a Monago al frente de la Junta de Extremadura o a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno fruto de una moción de censura cocinada en una pócima que ni el mejor Panoramix habría conseguido ligar.

El único problema que tiene Iván Redondo es que ni ejerciendo el mejor de los sortilegios es capaz de salvar al presidente del Gobierno de su propia y muy alargada sombra. Ya puede uno empeñarse en sacarlo guapo en el avión, mostrarlo corriendo por los prados madrileños o respondiendo las aceradas preguntas de unos estudiantes adolescentes. Todo eso da igual cuando tienes que tratar con un individuo que es capaz de presentar como propio un libro que escribe otra en su nombre al mismo tiempo que lanza el mayor órdago a la España de las autonomías que se recuerda. Lo dicho, ya se puede ser el mejor asesor o consejero del mundo que cuando uno tiene que lidiar con comportamientos hueros e ideas felices no hay quien haga carrera. Pobre Iván, que me da a mi que va camino de vuelta a su oficina premonclovita a paso militar.

Y es que Pedro Sánchez ha dado esta semana una lección magistral, digna del mejor honoris causa, sobre cómo conseguir que la oposición recupere brío y ánimo. La idea del relator/mediador/conversador lanzada por la sin par Carmen Calvo ha servido para demostrarle a la humanidad que ni los más fieles del PSOE tienen tragaderas para lo que se le ocurre al presidente del Gobierno. Porque no es ya que se esté tratando a la pantomima de Ejecutivo catalán como si fuera un igual, ni que se haya dado orden a la Abogacía del Estado para que trate con cariño a los políticos secesionistas, ni siquiera que se dé por normal el cierre del Parlamento catalán para no molestar al independentismo. No, todo eso no es lo más grave. Lo más grave es que se pretenda hacer comulgar a todo un país con ruedas de molino y ocurrencias propias de humorista malo. El planteamiento que se ha querido hacer en esas negociaciones lamentables ha sido tan estrambótico que no ha habido socialista con el coco bien amueblado que no se haya puesto de uñas. Alfonso Guerra es sin duda el mejor ejemplo y el discurso que dio el miércoles en la presentación de su libro debería ser de obligado cumplimiento para todo aquel que quiera meterse en esto de la política.

Pedro Sánchez ha decidido que ya todo vale con tal de aguantar y eso incluye dar marcha atrás a sus ideas en apenas 48 horas. Caiga quien caiga, tiemble lo que tiemble. El desdén y desprecio con el que ha tratado al Estado es impropio de quien ostenta el mayor poder ejecutivo. Su empecinamiento y ceguera ponen en riesgo la convivencia hasta límites cada día más preocupantes. No vale tensar la cuerda al máximo con tal de mantenerse y desgastar a la oposición. Sobre todo porque ya ni los propios avalan sus tesis ni a la oposición le hace falta hacer nada. Ha nacido un nuevo político, el presidente/opositor. Uno y trino. Hasta el infinito y más allá.

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