Este próximo martes tendrá lugar lo que, en palabras de la nunca bien ponderada Leyre Pajín, será un acontecimiento planetario. Casi dos meses después de llegar a La Moncloa, Pedro Sánchez hará una pausa en su agitada agenda internacional -viaja más que Don Pimpón- para explicarnos a los españolitos de a pie cuál es su programa de gobierno. Al fin vamos a tener la suerte de conocer al detalle los proyectos de quien se supone que guiará los destinos del país hasta dentro de un par de años.

Hasta que ha llegado el momento adecuado, de Pedro Sánchez hemos conocido que es un hombre que corre muy bien por los jardines de palacio, que tiene una perra muy cariñosa, que se pone gafas de sol para que no le deslumbren las alturas, que tiene unas manos enérgicas y que habla un correcto inglés (algo nunca visto hasta ahora en un presidente, por cierto). También hemos observado los tradicionales gestos de cara a la galería, desde la acertada acogida de un barco cargado de inmigrantes hasta el ataque a la asignatura de Religión, pasando por la tradicional tendencia a desenterrar la Guerra Civil y Franco como elementos básicos de nuestro bienestar diario.

El inquilino de La Moncloa no ha tenido a bien decirnos qué piensa hacer con la economía, la educación, la sanidad, el empleo o los impuestos. Ha preferido que lo fueran haciendo sus ministros, lanzando globos sonda desde los que articular un programa de gobierno. Sabemos que vamos a tener unas cuentas más sociales, barruntamos una subida de impuestos a los que más tienen y una apuesta por lo verde. Todo ello sin que afecte al bolsillo del sufrido españolito de a pie. A saber: que ni usted ni yo veremos repercutidas en nuestras carteras medidas como los impuestos a los bancos, la subida del gasoil o el incremento del impuesto de sociedades. Que ya se sabe que si a la banca le suben las tasas y a las automovilísticas le tocan los volantes, ni usted ni yo vamos a ver nuevas comisiones ni vehículos más caros. Ome, por favor.

Todas estas dudas nos las aclarará Pedro el martes, cuando nos contará también qué piensa hacer con el problema catalán. Hasta ahora hemos visto mucho gesto buscando distensión y un bucólico paseo por los jardines de La Moncloa con ese estadista llamado Quim Torra. Y todo, mientras en el Parlament siguen miccionándose encima de España con normas, leyes y nombramientos que profundizan en el apartheid auspiciado por la Generalitat.

Esto y más será lo que Pedro nos cuente el martes en un estudiado discurso que seguro que estará cargado de guiños a los lobbies que lo sustentan, palabras grandilocuentes y el compromiso de cambiar en dos años todas nuestras penas por un mundo de sonrisas. Qué bonito será todo entonces. Por si acaso, yo me voy a la playa que estas cosas se siguen mejor con los pies en el agua. Que luego vendrá el otoño y a lo mejor toca abrigarse.

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