Aquel día

Como comprenderán yo estaba ajeno a cuanto iba a suceder cuarenta años después

Bajo la atenta mirada de don José Población, ginecólogo, y de mi abuela Rosario, matrona, nació este que ahora suscribe el 29 de abril de 1939 en la casa paterna ubicada en la popularísima calle Berdigón, antes Señas y posteriormente 18 de Julio.

Quizá mis primeros gemidos llenaran de alegría el final de una tragedia fratricida que se había desbocado a lo largo de España, durante tres años de ensangrentados ríos y casi un millón de muertos en los campos de batalla.

Sí, vine al mundo en la posguerra como otros tantos hijos engendrados en noches de lamentos y la ciega esperanza de un mañana sin odios ni rencores, y sí, pertenezco a una generación perseguida por sus propios fantasmas hasta que decidimos dar una vuelta de tuerca al Régimen y retomar la vieja fórmula de partidos políticos bajo el paraguas de una democracia representativa.

Como comprenderán yo estaba ajeno a cuanto iba a suceder cuarenta años después y por tanto, lo nuestro era jugar a la billarda, a policías y ladrones, a zurro que te vi o la tángana, a estudiar en los claustros de los Maristas o el Francés y a pasear entre los jardincillos de la Plaza de las Monjas y los escaparates de ese largo tejido comercial en donde confluían Concepción y Palacio.

Después llegaron la Universidad y los primeros escarceos ideológicos, las tertulias mojarreras y la búsqueda de lo trascendente, lo que me transfirió hasta otra dimensión inesperada y conflictiva que pude ir desbrozando gracias a esos puentes que cruzan los caminos sin saber cómo y cuándo aparecen, para allanar los días escabrosos y oscuros.

Al fin, el "grupo de los 12", liberales, democristianos, andalucistas y socialdemócratas reunidos en el viejo comedor del Hotel Tartessos, la visión espiritual de los jesuitas, Pérez de Ayala, Medina Borja, la comunitaria de Francisco Girón y Juan Bonares, y la constitución del Club de Escritores Onubenses, entre otras inquietudes.

Tantos cantos rodados configuraron un molde donde depositar las idas y venidas de aquel joven que posteriormente vería cómo otros compañeros asumirían el riesgo de una Constitución consensuada entre opciones diversas y una nueva andadura en paz y libertad para los españoles.

Quien iba a decirle a aquel mocoso que iba a conducir un 600, compartir un Concilio revolucionario, reconocer al PC un Sábado Santo, entrar en Europa y ver a Cataluña aciaga... Sorpresas te da la vida.

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