Entre dos orillas

Juan A. Romero

jaromero@paginasdelsur.com

¿Regocijo por el fin de las mascarillas?

Cómo es posible que más de un año después de la entrada en vigor del uso obligatorio de la mascarilla en toda la piel de toro, nuestros dirigentes nacionales y regionales aún no sean capaces de ponerse de acuerdo para enviarnos un mensaje único sobre lo conveniente de quitarnos ese velo de nuestros rostros. Da que pensar que este hecho no obedece a criterios meramente científicos sino de oportunismo político y propagandístico ¿Acaso les parece poco a nuestros mandatarios todo cuanto lleva soportado el ciudadano con absoluto estoicismo desde que nos agarró ese malvado nanobichito, de cuyo origen mejor ni acordarse?

La pandemia nos ha enseñado que nuestra condición humana necesita de prohibiciones y mensajes claros, y por supuesto siempre en modo imperativo, de lo contrario nos olvidamos con frecuencia del valor del vocablo obediencia y tendemos a comportarnos como primates, sin pensar en el daño que nos autoprovocamos o causamos a quienes nos rodean. Después de tanto como hemos sufrido durante este año de pandemia, señorías, la sociedad necesita mensajes unívocos, sin ruido ni medias verdades que no hacen sino sembrar la incertidumbre.

Resulta cuando menos paradójica la prisa que le ha entrado al presidente del Gobierno por anunciar a bombo y platillo el desuso de las mascarillas en tan solo una semana. Una idea que contrasta con los razonamientos que se aportan en este sentido desde el ámbito de la medicina y la ciencia. ¿Acaso el presidente Sánchez está asesorado por el mismo que permite entrar en un estadio húngaro a 65.000 hinchas magiares para seguir un partido de la Eurocopa como si nada? De repente, el mandatario monclovita, en su empeño por distraernos de otros problemas nacionales de calado como la factura de la luz o los indultos y el procés, nos adelanta en primicia que en solo siete días saldremos de ese mar de los sargazos en el que hemos vivido atrapados desde finales de mayo de 2020. Pero, ¿realmente estamos en condiciones de liberarnos de eso que nuestros hermanos de Iberoamérica llaman tapaboca? Lo único cierto es que se necesita una orden clara y conjunta de todas las administraciones, de lo contrario nuestros gobernantes provocarán situaciones comprometidas entre los propios ciudadanos, despertando el recelo y rechazo entre los partidarios del uso de la mascarilla y quienes lo declinen. Bien es cierto que el fin de la mascarilla supondrá un enorme alivio emocional que nos inundará de alegría y optimismo, pero conviene no olvidar que podemos dar pasos atrás de los que arrepentirnos y esta vez no será por culpa del oráculo Simón.

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