Día de Reyes

Día de Reyes / Josué Correa (Huelva)

Cuando llegan estas fechas navideñas, casi siempre, por tratarse del final del calendario de un año y el comienzo de una nueva andadura anual, tenemos tendencia tanto a hacer balances de lo vivido y con harta frecuencia al autoengaño planteándonos objetivos que desaparecen, en su cumplimiento, casi con tanta velocidad tal cual nos lo planteamos.

Es por ello, que cuando se dan situaciones personales, como las de quien está escribiendo, de tener una biografía, ciertamente, abigarrada y unida a un ámbito familiar de competitividad importante -cinco hermanos varones- unido a la referencia de intelectualidad de impronta humanística liberal paterna, configuran una personalidad tolerante y un sentido del agradecimiento fuertemente arraigado en la conciencia personal.

Naturalmente, no voy a caer en la veleidad de referirme a los logros conseguidos -casi siempre más valorados fuera que dentro- sino a recordar aquello que pudo dejar huella en mi concepción personal de la vida y, sobre todo, lo que me suscita un motivo de agradecimiento sincero. De ahí, que hoy recuerde en exclusividad aquello que recuerdo como uno de los más grandes regalos recibidos por mí y mi familia.

Y es que en este momento de celebración de los Reyes Magos, cada año, me siento y lo vivo como uno de ellos pero si, además, se cumplen veintidós años que tuve el honor de encarnar a uno de ellos, gracias a la designación otorgada por el entonces Alcalde, Pedro Rodríguez, comprenderán que sean fechas indescriptibles no solo en la capacidad dialéctica para expresar lo vivido sino en la emotividad de lo sentido por mí y quienes me acompañaron en tan preciado, digno e ilusionante menester. Por eso, digo que hay momentos y circunstancias en las que el agradecimiento no solo es obligatorio sino herramienta imprescindible para que la huella de los momentos vividos por uno mismo y los suyos, resulte imborrable.

Seguramente, cuando lean estas líneas, muchos de ustedes y cada cual en su ambiente familiar y de amistad, hayan sido a un tiempo benefactores y receptores de la magia del Rey Mago, tras la esperanzada ilusión de la noche de vísperas, donde la magia se transformará en la realidad tangible del regalo deseado.

No dejen, pues y por tanto, de sentirse Reyes Magos, al tiempo que agradecidos e inocentemente sorprendidos por quienes piensan que con su cariño, su afecto, su amistad… e incluso los ausentes, grabados en el recuerdo, compondrán la imagen maravillosa familiar como aquella a la que rindieron pleitesía en Belén.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios