Hace unas cuantas horas que me he enterado de la votación en el Parlamento Europeo a favor de instar a los países miembros de la UE a que reconozcan el aborto como un derecho fundamental. Ha de ser, normativamente, un proceso largo y complicado, puesto que la aprobación final de esta pretensión requiere unanimidad de todos los miembros de la citada UE, por lo que las cercanas elecciones en el seno de la misma van a marcar la mayor o menor inmediatez de tan decadente decisión. Porque ya me dirán qué tiene de progresismo acabar con la vida de un inocente y, desde luego, en ningún caso aceptarla como un derecho. Y digo decadente porque recuerdo la obra de la escasamente dudosa Oriana Fallaci, a quien he referido en alguna otra ocasión, cuando afirmaba, más o menos literalmente, “que la demografía sería la mejor arma para colonizar Europa por el islamismo”, con lo cual, si a la “ausencia demográfica” europea, le añadimos el derecho al aborto y al carácter de familia numerosa de nuestros presuntos colonizadores, la conclusión es clara: “Nunca una cultura fue dominada si antes no se había derrotado a sí misma”, y esto solo tiene un nombre: cultura decadente.

Dicho esto, pido disculpas sobre tan larga introducción porque tiempo habrá para hablar más de ello en el futuro. Hoy, de lo que quería hacer reflexión completa, y quizás no pueda hacerlo en toda la extensión necesaria, es sobre esa argumentación dialéctica parlamentaria, tan reiterada por el señor presidente, de aburrir al personal al moverse entre el triunfalismo impostado que servirá de elemento hagiográfico a los medios afines para satisfacción de los perfiles narcisistas vigentes, además de ejercer en sus comparecencias, un obvio e intencionado apareamiento del Orden del día de la sesión. Y es que esa alusión a la “nada y el lodo” acusatorios para la oposición, son expresiones de una debilidad extrema porque:

Nada: es su habitual falta de respuesta a los temas. Lodo: lo es su ausencia de concreción; objetivos certeros, planes cumplibles…

Nada: es lo que ofrece un Gobierno sin PGE. Lodo: es el pantanoso terreno independentista en el que está atrapado.

Nada: su pretensión de liderazgo internacional, al estilo de su predecesor ZP. Lodo: es su ausencia en votaciones trascendentes, faltando al respeto institucional.

Nada: es su falta de inquietud por la ingobernabilidad en la que estamos sumidos. Lodo: es que en su feudo de Dos Hermanas, trabajadores de la construcción le abronquen.

Nada: es el PSOE que usted cogió y para no caer como en Francia o Italia sucedió, se podemizó e inventó el sanchismo. Lodo: es su desplante y el de sus barones al Senado, no presentándose al debate autonómico…

Lo cierto es que ejemplos de vacuidad no puede dar a nadie.

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