Despropósitos de año nuevo

18 de diciembre 2025 - 03:06

Los propósitos más habituales cuando empieza un nuevo año suelen girar en torno a la salud, el dinero, el desarrollo personal, las relaciones y el trabajo. Comer mejor, moverse más, descansar, ahorrar, aprender un idioma o aspirar a un empleo mejor. Los expertos recomiendan ser específico, empezar poco a poco, visualizar el éxito, revisar los avances y aprender de los fracasos para corregirlos a tiempo. Sobre el papel, todo parece muy fácil.

¿Qué dicen las estadísticas? 3 de cada 10 adultos cuando empieza el año se marcan metas: alrededor de un 77% las mantiene la primera semana, un 55% durante un mes, el 40% unos seis meses y alrededor de un 10% consigue durante dos años sus propósitos; muchos me parecen.

A corto plazo (un mes), la mayoría de los que hicieron propósitos dicen haber mantenido al menos alguno. Esto sugiere que el abandono temprano existe, pero no todos fallan inmediatamente. Tendencias recientes muestran una curiosa constante: los jóvenes se fijan más propósitos que los mayores. Tampoco hace falta un estudio para saber por qué: la gente con más años ya tiene experiencia en fracasar sistemáticamente con los objetivos de Año Nuevo. Será por eso que, a cierta edad, una empieza a sospechar que la clave no es proponerse más, sino justo lo contrario: no proponerse nada. ¡Diosito déjame como estoy!

O podemos hacerlo al revés: intentar ir a peor, aunque no es nada realista, porque llevamos tanto tiempo intentando mejorar que ya no sabemos vivir sin esa promesa. Estamos cableados para buscar orden, coherencia y una sensación mínima de control. No por virtud, sino porque el cerebro se calma cuando la vida parece predecible. Por eso seguimos haciendo propósitos: no para cumplirlos, sino para convencernos de que todo tiene sentido, aunque solo sea durante unas semanas.

La psicología humanista explica que todos cargamos con una versión imaginada de quienes deberíamos ser: más sanos, más constantes, más organizados. Así los propósitos son un intento anual de acercar el “yo real” al “yo ideal”. Maslow decía que, una vez cubiertas las necesidades básicas, buscamos crecer, aprender, mejorar y sentir que avanzamos. Los propósitos funcionan como una especie de carnet simbólico de acceso a la autorrealización, aunque luego nos quedemos en la planta baja de la pirámide enumerando los despropósitos de otro año fallido.

Mari Carmen, la hija de Antoñita, vecina de Cueva de la Mora, dice que “buscamos poner orden en nuestra vida porque es más fácil ordenar cajones que ordenar los pensamientos”. Ahí lo dejo, ¡ánimo y feliz jueves!

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