Gente Inteligente

Seis pautas para cuidar y cuidarse de forma inteligente

Seis autocuidados para cuidar y cuidarse de forma inteligente

Tenemos una tendencia natural a cuidar de quienes queremos. También podemos tener una personalidad más solidaria y humana, y tender a conductas protectoras. Y podemos tener un trabajo de alta demanda emocional en el que nuestra función laboral es, precisamente, cuidar de otras personas. Pues en todas las ocasiones, ya sea un acto de amor, una tendencia de su personalidad o la razón de ser de su empleo, por favor, lo primero, cuídese usted. Eso es lo más importante. Sobre todo, si quiere seguir haciéndolo.

El coste emocional de cuidar a otras personas es muy alto, incluso si lo hacemos con gusto y voluntariamente, y sea de forma remunerada o no. También tiene, por supuesto, muchas ventajas. Hay estudios que investigan cómo la solidaridad mejora la salud y alarga la vida. Los procesos psicofisiológicos de la empatía o la autorrealización están detrás de esta consecuencia cada vez más refrendada. Pero también son evidentes los perjuicios de la alta demanda emocional que conlleva cuidar de otras personas. Y eso ocurre lo hagamos por devoción o por obligación.

Un rol que llega tarde o temprano

Ojalá le toque cuidar a alguien. No se lo digo por mal, sino por todo lo contrario. Ojalá tenga usted, o haya tenido ya, la oportunidad de cuidar de quienes quiere. Da igual si como madres o padres, o como hijos e hijas, como familiares cercanos, como amistades comprometidas o como profesionales consecuentes. Lo cierto es que el rol de cuidador o cuidadora nos llega seguro en algunos momentos de nuestras vidas, y puede ser una experiencia enriquecedora. O puede ser demoledora. La actitud con la que lo afrontamos es lo que, como siempre, marca la diferencia.

Y es que usted siempre puede decidir cómo se toma las cosas que le pasan en la vida, aunque no siempre pueda influir todo lo que le gustaría en lo que le sucede. Así que, puede cuidar para crecer y fortalecerse, o puede cuidar victimizándose y lamentándose de lo que le ha tocado para su pesar. ¿Qué actitud le parece más oportuna?

El cuidado de otras personas puede ser una experiencia enriquecedora. El cuidado de otras personas puede ser una experiencia enriquecedora.

El cuidado de otras personas puede ser una experiencia enriquecedora.

Recuerde una cosa. Los cambios impuestos y no deseados, o los cambios que, aún siendo deseados, no gestionamos adecuadamente, nos cuestan un precio, a veces alto, en forma de dolor. Es la moneda con la que pagamos la resistencia a cambiar.

El problema de cuidar es no cuidarse

En la base de los inconvenientes psicológicos y fisiológicos que puede generarle tener personas a su cargo, está un silencioso problema de fondo: no cuidarse usted a sí misma o a sí mismo.

De hecho, hay cada vez más investigaciones que constatan la tendencia de quienes cuidan a no encontrar el tiempo para atender sus propia salud física, psíquica y emocional. Así, nos encontramos desde lesiones de espalda o tensiones musculares en quienes atienden dependencias más o menos severas, hasta otras dolencias derivadas de la falta de tiempo para hacer ejercicio físico, cocinar más sano o hacerse un correcto seguimiento de la salud. También existe en quienes cuidan, una mayor propensión a menospreciar síntomas propios, a dormir menos y a formular más pensamientos y sentimientos negativos.

Todo eso termina consiguiendo que las personas con el rol de cuidadora sufran más estrés, y lleguen con más frecuencia al agotamiento emocional, a la ansiedad o incluso a la depresión.

Qué NO hacer si está usted cuidando de otra persona

Lo primero es que no se abandone. No se olvide de algo que parece obvio pero que solemos pasar por alto: si usted no está bien, no va a poder cuidar de nadie. Preste mucha atención a su cuerpo, que le lanza mensajes en forma de alertas como el insomnio, la fatiga, dolores de espalda, de cabeza… Atienda esas señales y cuídese.

Para eso, no deje de mimarse físicamente. Un poco de ejercicio podemos hacerlo incluso en casa. Diviértase probando nuevas recetas saludables y asegúrese de dormir lo suficiente. Cuerpo y mente están íntimamente unidos, ya lo sabe, e igual que la mente ayuda al cuerpo a estar bien, el cuerpo ayuda a la mente a estar fuerte.

Y para seguir fortaleciendo su ánimo, no se aísle. Programe y provoque momentos de dispersión con otras personas, preferiblemente en contextos distendidos y con amistades, por muy poco tiempo que crea tener. Quedadas para tomar café, para practicar un rato sus hobbies, o visitas culturales en el entorno cercano, un rato en el spa… Encuentre balones de oxígeno compatibles con sus responsabilidades que no sean tumbarse en el sofá.

Para lograrlo, no deje las cosas al azar. Es difícil encontrar cosas que hacer de un momento para otro. Aún más difícil es programar planes agradables que conlleven compañía. Así que, lleve una agenda específica para sus propios cuidados, semanal, por ejemplo. Planifique y piense con antelación a qué dedicar los momentos que tiene en el día a día. Quizás cuando llega el apoyo a domicilio, o con esa visita que le echa una mano…

Se trata de una de las experiencias más humanas que podemos llevar a cabo. Se trata de una de las experiencias más humanas que podemos llevar a cabo.

Se trata de una de las experiencias más humanas que podemos llevar a cabo.

No se deje llevar por los pensamientos negativos como ese que puede estar asaltándole ahora: ¿tiempo libre usted? Ajuste ese tipo de creencias, y considere tiempo libre incluso pequeños intervalos como el que la da la sesión de rehabilitación de la persona a la que cuida, por ejemplo. Y desactive el diálogo interno negativo. Dedique algún momento en el día a identificarlo, y escriba las frases con las que se lamenta o se enfada. Después encuentre para cada frase escrita otra que exprese la satisfacción con lo que hace. Seguro que hay muchas.

Y no se crea que tiene superpoderes. A veces tan sólo tiene que eliminar de su vocabulario los ‘debería’, bajando un poco su nivel de autoexigencia. No quiera resolverlo todo a la vez, y mucho menos, todo usted. Pero, sobre todo, pida ayuda si la necesita.

Por último, una sugerencia para quienes no cuidan ahora a nadie: no se olvide de quienes sí están dedicado su tiempo y su vida a cuidar de otras personas. Hágase presente. Pregunte en qué puede echar una mano. Y disfrute así de los beneficios emocionales de la empatía que fortalece a toda la sociedad.

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