De verdad que ya resulta difícil posicionarse respecto al día a día de nuestro país. Lo digo porque si lo haces desde la racionalidad no se llega a comprender cómo se instala la corrupción en los más altos niveles de responsabilidad gubernamental y cuando crees que se ha llegado al límite, resulta que aparece un escándalo más notorio que el anterior y si crees en la lógica democrática, llegas a la convicción de que el gobierno para todos y el bienestar general, pasan a ser elementos secundarios al ser lo particular objetivo superior al general.

Por ello resulta incomprensible desde la normalidad democrática y social entender que todo el futuro del país lo condicionen siete votos con fundamento rupturista de la unidad y convivencia entre ciudadanos y, además, nos lo venden como solución para esa convivencia que fue rota, unilateralmente, por quienes no especulan más que con un idílico supremacismo cuyo simbolismo máximo, es el maletero de un coche para huir de la aplicación del peso de la Ley.

Pues bien, resulta que a la vuelta de unos años, observamos que quienes rentabilizan esos siete votos, no son solo los rupturistas sino ese grupo político encabezado por el señor Sánchez que accedió al poder preconizando “ejemplaridad política” y “ética pública”, en palabras de su, hoy, defenestrado portavoz que se victima de un “populismo justiciero» (Ábalos dixit).

Naturalmente, cuando no se tiene amnesia y se comprueban los juegos eufemísticos para camuflar la mentira como cambio de opinión, se modifica el pensamiento de hoy, considerado inamovible, por la conveniencia coyuntural de mañana, llegamos a echar de menos la frase lapidaria que ganó unas elecciones y abrió la puerta a la degeneración de los usos democráticos, la depredación de la Historia, la negación de los valores de la Transición y el fomento de la crispación como elemento para el blindaje en el Poder… y que tuvo de rentabilizador máximo a ZP, elevado por la frase a la que me refiero pronunciada por Rubalcaba: “Merecemos un Gobierno que no mienta”, difícilmente encontraremos una expresión con mayor valor demoscópico que esa.

Quizás, en otra dimensión, el número 7, esté llegando a un nivel similar para el mantenimiento de la mediocridad en las más altas instancias gubernamentales; todo lo relacionado con siete votos es el cortejo de la Presidencia del Gobierno en un adoctrinamiento falaz porque no solo no creen en ello quienes lo apoyan ni obtuvieron su cargo representativo, diciéndole a sus votantes que lo harían, entre otras cosas porque no estaba ni aún planteado electoralmente el tema.

Si nos documentamos, veremos que el 7, según Pitágoras era el número perfecto al ser puente por la unión del 3: sagrado y el 4: terrenal.

Aquí, lo terrenal es la amnistía y lo sagrado, verdadero objetivo sanchista, los PGE.

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