Cada día resulta más incomprensible, salvo que retornemos memorísticamente a momentos oscuros de la Historia y a circunstancias de escasa cultura popular, para llegar a vivir momentos de tanta ambición personal y ceguera respecto al interés general, como les estamos viendo en estos tiempos.

En unas fechas en las que se pretende, desde algunas posiciones de radicalización ideológica, la descolonización de nuestros museos, habría que pedir a los dirigentes mayor coherencia, ejemplaridad y responsabilidad en el ejercicio de sus funciones, así como sus actitudes, repercusiones públicas que pueden tener y el nivel de impacto social que pueden alcanzar generando hábitos de confrontación innecesarios entre personas ajenas a las esferas de alta dirección, lo que provoca, por resumir, lo que ahora llamamos polarización. Y digo esto porque con motivo del escándalo de las mascarillas -la indignidad humana a su máxima expresión: mientras millones de personas están en riesgo de muerte, unos pocos se enriquecen– se pone de manifiesto que en las alturas del Poder, cuanta mayor es la mediocridad menos conciencia se tiene de los criterios democráticos para cumplir las leyes porque para ello se tiene una mayoría social que otorgó el Poder y ello basta para decidir por encima de la Ley: confinamientos, cierres de Instituciones para control del Gobierno, ... estados de alarma, en una palabra. Y mientras, unos pocos a forrarse.

Pues bien, en esta ocasión, nuestro mediocre y la “sanchosfera” que le rodea y asesora, han errado. Quizás las prisas por ocultar un fracaso electoral más, el rebajar protagonismo público a la amnistía… han generado precipitación en la interpretación de sus propias reglas al exigir con un ultimátum público la entrega del acta -antes de iniciársele proceso alguno, “populismo justiciero” lo titula el afectado- a quien fue artífice del ascenso de su hoy ejecutor, dejándose en el camino multitud de circunstancias que por lo que conoce y ante una situación finalista, visto además que no se ha rendido hasta ahora, lo convierten en un adversario difícil, por resentimiento y porque no es poseedor de una ética y moral ejemplares.

Pues bien, nuestro líder de la “sanchosfera” dice sentir “sonrojo” ante el pretendido aprovechamiento del PP, en este caso, contra él, adalid de la limpieza que ostenta, desde plagiar una tesis electoral a modificar el Código Penal en temas como la malversación a cambio de siete votos pasando por exigir a los demás lo que él nunca cumple, como ese “in vigilando” que pedía a Rajoy, dando cursillos de honorabilidad y, hoy, a Ábalos después de tenerlo sentado en el Consejo de Ministros, eso sí que es sonrojante.

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