Entre dos orillas

Juan A. Romero

jaromero@paginasdelsur.com

El turismo en la Huelva de 2050

De un plumazo Pedro Sánchez ha roto el encanto de esa letra que cantaban los Romero de la Puebla ¿adónde estaré Dios mío la próxima primavera? Desde que el presidente del Gobierno pronunciara tan utópico discurso todos llevamos en la cabeza esos cuatro dígitos que nos golpean con fuerza y nos hacen preguntarnos qué será de nosotros hasta entonces. Y entre tantas interrogantes cabe pensar en la salvaguarda de uno de los motores que nos pueden garantizar el futuro: el turismo.

¿Logrará la provincia sacar rédito de toda la riqueza natural que acumula para convertirse en enclave de referencia turística con marchamo de primera calidad? ¿Olvidaremos nuestros complejos y derrocharemos todo nuestro talento y orgullo al servicio de nuestra tierra? A nadie se le escapa que Huelva es uno de los territorios más ricos y con mayor potencial de crecimiento de España. Y entonces ¿por qué el viajero elige otros destinos con menos ventajas? Quizá la causa resida en nuestra autocomplacencia y falta de mentalidad. Nos cuesta vender nuestras bondades, mientras en otros lugares manejan mejor esas herramientas del marketing. Falta mucha pedagogía para entender que el forastero no viene a fastidiarnos, sino a encontrar junto a nosotros nuevas e inimaginables experiencias.

El futuro de nuestro crecimiento turístico pasa por la transformación digital y la sostenibilidad, dos elementos cada vez más valorados por los visitantes. Y para ello es fundamental que los profesionales estén mucho más cualificados, en aras de prestar un mejor y más eficiente servicio a los clientes. Tómese el vecino Portugal como referente.

A falta de potenciar otros yacimientos económicos más robustos y duraderos, el turismo es la auténtica locomotora capaz de dinamizar una provincia que empieza a reivindicarse y superar el ostracismo a que se ha visto sometida por ubicarse en uno de los rincones más alejados de esta piel de toro cada día más invertebrada. Huelva necesita despegar y no perder más tiempo en las disputas de quienes manejan los hilos del sector. Con unas instituciones y agentes sociales y económicos remando en la misma dirección todo sería más fácil. Pero muchos de esos popes del turismo cometen el error de creerse poseedores de toda razón y no buscan caminos de entendimiento, llevados por sus veleidades. El futuro pasa por ampliar las plazas hoteleras, ofrecer un plus de suntuosidad, romper la estacionalidad, atraer congresos, mostrar una oferta cultural y gastronómica acorde, captar con el mismo afán al cliente de lujo que al practicante de ecoturismo o amante de la naturaleza. Y sobre todo más y mejores infraestructuras.

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