La tripledemia

Prefiero no pensar siquiera en la posibilidad de llevar otra vez guantes al súper y abrir con ellos las dichosas bolsitas de la fruta

La pandemia contraataca. Como en el viejo anuncio, el covid ha vuelto a casa por Navidad. A la chita callando, y esta vez acompañado por la gripe A, al que creíamos caído en desgracia, y otro virus de cuyo nombre no quiero acordarme, tienen entre los tres, dicen, colapsados los hospitales y centros de salud (como si algún día hubieran dejado de estar colapsados desde marzo de 2020). Así que ahora, claro, ya está todo quisqui tomando medidas, o diciendo que las van a tomar. Si todo marcha como está previsto, hoy mismo el Gobierno volverá a hacer obligatorio el uso de las mascarillas al menos en los hospitales y centros de salud. Creo que, de momento, esta vez las farmacias se libran, así que nos ahorraremos la bonita estampa de tener que andar buscando mascarillas por los contenedores para poder comprar el Dolotí. Tampoco, he oído, será obligatoria en el transporte público ni, por supuesto, en los bares, al menos de momento, que ya me veo yo otra vez quitándome y poniéndome la mascarilla a cada buchito de cerveza. Supongo que lo de llevarla por la calle ya está descartado, dada la traumática experiencia previa (recuerden ustedes si no los sustos que nos dábamos después, cuando empezamos a pasear sin mascarilla y descubrimos algunas caras que, la verdad, estaban mejor tapadas), y prefiero no pensar siquiera en la posibilidad de tener que llevar otra vez guantes en el súper y tener que abrir, con ellos puestos, las dichosas bolsitas de plástico de la fruta, que, dicho sea de paso, han sido fabricadas por el mismísimo demonio para hacernos la vida imposible. Lo que sí tenemos por aquí otra vez es, por ejemplo, a los negacionistas, y también a los inquisidores, a los vigilantes, por supuesto que se han asomado ya los expertos, y además vuelven las peleíllas del PP y el PSOE, que entretienen más que convienen pero que le dan salsa a la vida. Sanidad quiere que lo de las mascarillas sea una obligación, y los otros dicen que no, que lo mejor es que sea recomendación, así, en general, apelando, supongo, a la mundialmente famosa responsabilidad social de los españoles. El patio, como ven, se está animando otra vez a costa del virus, ahorrándonos así a todos el disgusto de la cuesta de enero o los arranques patrióticos de Puigdemont. Lo último ha llegado de la mano de la nueva Ministra de Sanidad, Mónica García, que ha propuesto que quienes pillen el covid o la gripe (o el otro) puedan cogerse una ‘autobaja’ de tres días para que no tengan que ir malitos al trabajo, más que nada porque conseguir una cita con tu médico de cabecera es más difícil que doblar una sábana de esas que llevan elásticos. A ver: la idea en sí no es mala, porque sé de gente que ha tenido que ir al trabajo con un fiebrón del diablo porque es imposible conseguir el papelito de la baja, pero la verdad es que no termino de ver que eso, aquí, funcione, más que nada porque la propuesta viene ligada a la idea de que los españolitos nos hemos vuelto de repente formales con este tipo de cosas y, sinceramente, lo dudo mucho en un país en el que nos ponemos la mascarilla solo si estamos sanos, porque no queremos contagiarnos. En un país en el que hemos empezado a hablar sobre frenar los contagios un vez pasados los Reyes, porque, hombre por favó, es que antes estábamos de vacaciones, y no es plan.

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