El mundo de ayer
Rafael Castaño
Formas de decir adiós
Llega el segundo tercio de la primavera, y con el comienzo de los meses más luminosos del año, hoy jueves, este rincón del periódico no tiene más remedio, no por obligación sino por devoción a la fecha, que acordarse de lo que un día como hoy ocurrió en 1808.
Hace tanto tiempo que, recordando el dicho de que el pasar de los días lo borra todo, ya nadie se acuerda de la significación y el sentido auténticamente español que marcó a nuestra nación, en unos de los periodos más difíciles de aquella época.
¡El 2 de Mayo! Un día grande en que hace más de dos siglos, el sentimiento, el orgullo y la valentía de sentirse español, valía la pena hasta de dar la vida por una causa noble.
Que diferente es analizar aquella reacción del pueblo español, que formaron una piña de generosidad para todos unidos salvar a España de la invasión francesa.
Los españoles de entonces no pudieron consentir la desmembración de una soberanía por las fuerzas de las armas de un país extranjero.
Hoy, esa amputación de nuestra integridad nacional se hace de otra forma, porque se emponzoñan los valores individuales con la mentira, los intereses particulares de algunas regiones y el descaro de una política falsa.
Vivimos nuevamente un dos de mayo, con una imagen parecida en un contexto diferente, pero en una pasividad que afrenta nuestra manera de ser.
El mundo de ahora es otro. Ya en muchos colegios los alumnos estudian una Historia de España a la carta, que no les da opción a un análisis del desarrollo de la misma. Ya, cada día más, poco importa el orgullo de ser y sentirse español en grandes colectividades, y en una nación amenazada por un aumento indiscriminado del censo que hace peligrar nuestro sistema de seguridad y economía.
Si Mayo es el mes de la flores, de la salida final de un invierno que ya se fue, de la bienvenida a la primavera ya asentada, también nos gustaría que fuese el mes en que el sentido común pensara con calma y acierto la defensa de ese pasado que durante siglos nos hizo participes de una cultura cristiana como eje de un mismo sentir europeo que tanta vidas costó.
Estamos en unos momentos en que las cosas hay que entenderlas, a veces, bajo el prisma de la globalización que nos marca los tiempos que vivimos.
Pensemos en un 2 de Mayo integrador, de concordia y diálogo, sin levantar muros y barreras ideológicas que separan.
En mi infancia, antes de cambios en tantas fechas significativas, uníamos la llegada de mayo con el día 1 en la Fiesta del Trabajo, el 2, con el recuerdo de la defensa de la nación y el 3 en que se celebraba la exaltación de la Santa Cruz.
Quizás, sea la mayor esperanza forjar en nuestros corazones el verdadero sentimiento de la Cruz, para salvar los momentos no deseados en que nos vamos hundiendo.
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