Entre dos orillas

Juan A. Romero

jaromero@paginasdelsur.com

Una sociedad huérfana de los valores del olimpismo

Durante los próximos días tendremos la oportunidad de impregnarnos de un espíritu olímpico que nos devolverá la ilusión en la creencia firme de que un mundo mejor es posible para todos. Esta horrible pandemia que ha azotado nuestras conciencias y derribado nuestra capacidad de resiliencia en muchos momentos amenazó también con llevarse por delante eventos universales de la transcendencia de unos Juegos Olímpicos.

Quienes tuvimos la dicha de vibrar con los de Barcelona 92 pudimos comprobar cómo el deporte, al igual que la música, representa un lugar común para todo ser humano, sin discriminación de etnias ni culturas. El deporte derriba fronteras y une a todos los pueblos, como pudo verse en la espectacular aunque atípica ceremonia inaugural nipona. Después de todo lo sufrido para llegar a Tokio, la apertura de los vigésimo novenos Juegos resultó todo un símbolo de que el planeta quiere recuperar su vida normal en la medida de lo posible. La verdadera medalla de oro para los 11.274 deportistas convocados en esta cita es haber llegado a la misma, por encima incluso de la epopeya de batir la mejor marca o de colgarse algún metal.

¿Y qué provecho podemos extraer de lo citado para aplicar a nuestro marco cotidiano? Muy sencillo. Solo es cuestión de aprovechar la oportunidad que nos ofrece contemplar una cita ejemplar de este calibre para enseñar a las nuevas generaciones las virtudes que representa el olimpismo, e inculcar en nuestros descendientes valores como el respeto, la entrega, la constancia, el afán de superación, la motivación o el sacrificio como única meta para alcanzar la excelencia. Pero también es conveniente aclararles el significado de nociones como resistencia o sufrimiento ante cualquier adversidad. Tales enseñanzas no son baladíes y deberán aplicarlas en su devenir diario para competir en el mundo de los adultos.

Por unos días, guarde las tablets de sus hijos en los altillos de los armarios, apágueles los Fortnites y bloquee sus Tik Tok. Haga la prueba y no tema sus soterradas y pueriles imprecaciones. Siéntese con ellos a ver competiciones para que entiendan la nobleza y pureza que envuelven al deporte en cualquiera de sus disciplinas, y la historia de superación que hay detrás de esos deportistas.

Si conseguimos inocular en nuestros menores todo lo bueno que representa el olimpismo para la sociedad, sin esperar otros cuatros años para incidir en que practiquen dichos valores, tendremos mucho ganado de cara a construir un mañana más prometedor para los habitantes de esta ecúmene. Que el lema citius, altius, fortius no quede solo en una declaración de intenciones.

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