Decía hace poco De la Morena sobre el recientemente fallecido Alfonso Azuara que el turolense era “radicalmente honesto”. Tremenda definición. Uno creció pensando en dedicarse a esto del periodismo cuando la II Guerra Mundial era un parque de bolas comparado con lo que había entre García, José Ramón y sus respectivos imperios. Azuara, como muchos otros, andaba por ahí. En esas horas y horas pegadas al transistor me llamaba la atención los jaleos en los que Alfonso se solía meter. No siempre de la mejores formas, pero si criticaba una cosa de unos criticaba lo mismo de los propios. Inaudito, ¿verdad?

Honestidad, coherencia... ¡Qué palabras, eh! Yo les confieso que disfruto con esos a los que les da miedo mirarse al espejo. Viven en un mundo tan paralelo y se creen tan moralmente superiores que cuando la realidad les pega un tortazo se mosquean más que un niño sin recreo. Y al demostrarles que el agua moja… “¡Pero tú qué sabrás, si eres tal o eres Pascual!”. Etiquetita que te crió al canto y chimpún. Oiga, si usted decía ayer que era impresentable X y ha pasado X, ¿cómo de repente se pone a mirar para otro lado y a decir ahora que X está muy bien y que lo malo es Y? ¿En serio es sólo porque esa X la pinta uno que es suyo? En política es maravilloso ver ciertos malabarismos de sibwanistas radicales de lo que diga antes papá o mamá. En el periodismo deportivo -o en lo que queda de él-, también.

Afirmar que la España de Luis Enrique (o sea, mi España al fin y al cabo) ha fracasado estrepitosamente en el Mundial supone, para algunos, ser ventajista y carroñero porque la personalidad de Lucho, los jugadores y el estilo no sé qué. Pues nada, habrá que mentir para no molestar: no hemos caído en octavos, la selección ha deslumbrado a la humanidad que ni el Brasil del 70 y el día 18 podemos lograr nuestra segunda estrella. ¿Así mejor?

Me parece muy ridículo poder adivinar, sin fallo, lo que piensan unos personajes u otros sobre ciertas cosas según las protagonice Pepito o Juanita. Ya saben: siempre es el quién, y nunca el qué, lo que marca ciertas pautas… aunque la realidad se les estampe en la cara. Y así nos va.

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