Un cierre de temporada donde el Recreativo ha llegado exhausto de tanto nadar a contracorriente hasta ahogarse en la orilla del Nuevo Los Cármenes. Tampoco hay que rasgarse las vestiduras. Su certificado estaba hecho con mimbres para cumplir el expediente de la estabilidad en Primera Federación, luego lastrado por la desigualdad de su plantilla condicionó su evolución y el impulso decisivo cuando más lo necesitaba durante la segunda vuelta por la falta de empaque en paralelo con la apurada situación económica en referencia con los rivales más cualificados.
El Recreativo zanjó sus opciones de un playoff al filo de lo imposible frente al filial granadino, lo que hubiera sido un premio extraordinario, pero la campaña debe calificarse como notable en el examen objetivo. Y es que cuando un equipo ha dado todo lo que tiene con sus limitaciones no se le puede pedir más, siendo complicado de asimilar por la parte más entusiasta del recreativismo e incluso desde la recepción del propio vestuario al tocar ese reto de buscar el tercer ascenso consecutivo.
La plantilla ha cumplido con creces el fin de aterrizar y asentarse en una categoría muy difícil. Por muy Decano que seamos sobre el campo no se respeta la historia y la hecatombe lo hundió en lo más abajo y ahora es necesario escalar, pese a que la sensación es que se ha dejado pasar una gran oportunidad y que ha generado un bajón de moral en la fiel afición al creerse más expectativas de las previstas de codearse con el grupo de favoritos.
Hoy el Nuevo Colombino despide un trámite con el exigente examen de la honra de cumplir con el deber con el mejor equipo posible ante un Ibiza que también se desinfló en la segunda vuelta y comprometido con el tercer puesto bajo la amenaza del irregular Málaga. Al margen de las despedidas está siempre el máximo respeto al patrimonio de la afición de un Decano que vela con la incertidumbre de su futuro dependiendo de la Justicia.
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