Hace 30 años, unos 30.000 onubenses salieron a las calles de la capital para exigir a la Junta que dotara a la provincia de tres facultades, paso previo a la constitución de la Universidad de Huelva. Un paro general rodeó ese anhelo de contar con centros propios de Derecho, Empresariales e Historia y poner fin así a la dependencia que se tenía entonces de la Universidad de Sevilla. Nunca hasta entonces las calles de la ciudad habían vivido una movilización similar y nunca después -aunque la lucha sanitaria anduvo muy cerca- se ha vuelto a conseguir. La presión fue tal que el Gobierno andaluz tuvo que ceder y, aunque no fue de manera automática, comenzó a diseñar un mapa en el que Huelva tuviese lo que en justicia le correspondía y lo que sus ciudadanos habían demandado. Tardó cinco años en llegar y trajo bajo el brazo también las universidades de Almería y Jaén, verdaderas deudoras de la lucha que aquí se había vivido. Pero llegó.

La lluvia y un cielo plomizo y gris han acompañado estos días la conmemoración de dicha gesta, que queda en la memoria colectiva como una romántica lucha en la que cada vez fueron más los protagonistas. (Ya se sabe que todos los hechos históricos los protagonizan en sus orígenes pequeñas minorías movilizadoras y luego todo el mundo estaba allí. Cosas de la vanidad humana). Sin embargo, esta tristeza invernal no debe hacernos olvidar lo obtenido por el esfuerzo conjunto. La llegada de la Universidad trajo consigo un desarrollo social relevante, el acceso de todos a la oportunidad de acceder a una formación de alto grado, la creación de una masa profesional supuestamente transformadora de su entorno y un impulso a la autoestima colectiva al comprobar que la unión hace la fuerza. Después, los años, la crisis, el aburguesamiento de la sociedad y, otra vez, la crisis retiraron un tanto a la Universidad del día a día onubense. Superados los baches, parece clara la intención de volver a poner a la institución educativa al frente del desarrollo y el crecimiento de la provincia. No es una petición ni una declaración de intenciones, es toda una exigencia marcada por la sociedad y autoimpuesta por el nuevo equipo de María Antonia Peña.

Hoy, 30 años después de lograr en la calle lo que se negaba en los despachos, Huelva vive una situación parecida en su desarrollo. Afronta un momento crítico para retomar el tren de la modernidad en lugar de quedarse varada en el pasado. Hoy, como hace 30 años, está en manos de los onubenses luchar por lo que requieren. El ejemplo vivido con la Universidad de Huelva, la unidad ciudadana entorno a un objetivo común y la generosidad de todos para arrimar el hombro sin importar quién salga en la foto deben servir de ejemplo. Si hace 30 años se pusieron los cimientos de una Huelva mejor gracias al impulso de los onubenses, hoy debemos valorar si es necesario volver a darlo para mejorar situaciones que no son de recibo. Quizás es el momento de demostrar que esa imagen de la Huelva indolente es sólo leyenda. La Universidad enseñó el camino, ahora sólo falta limpiarlo de jaramagos y volver a transitarlo.

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