La sanidad surfea

La administración sanitaria, cual surfista planeando sobre la cumbre de la ola, creyó dominar el mundo

Si el otoño está resultando cálido en Andalucía, en su sanidad pública se ha presentado muy caliente. En Huelva, las concentraciones en los hospitales, los titulares y más titulares de prensa, los sucesivos nombramientos -con sus posteriores ceses- de gerentes del hospital y tantas declaraciones corporativas constituyen algunas de las señales de un reiterado malestar ciudadano, que viene de lejos y ajeno, seguramente, a intereses partidistas (a excepción de aquellos que aprovechan cualquier río revuelto).

Dado que la memoria es frágil, este descontento con la sanidad pública está descontextualizando los hechos y ahora se critica con saña a la presidenta de la Junta cuando ha calificado a la sanidad pública andaluza como "la joya de la corona", a pesar de que no se equivocaba. Acertó al llamarla así el pasado verano cuando en Granada se consiguió trasplantar piel humana a una chica con quemaduras en el 70% de su cuerpo y en situación crítica. Atinó Susana Díaz con "la joya de la corona" citando las intervenciones realizadas en fetos en el Virgen del Rocío de Sevilla o con los celebrados trasplantes de órganos realizados por el Reina Sofía de Córdoba, ambos desde hace años. Todavía se habla en Europa sobre cómo se extirpó un tumor cerebral a un músico mientras tocaba el saxo, en 2015, en el Carlos Haya de Málaga y si cada año aumenta el llamado turismo sanitario, algo de bueno debe tener el sistema.

Estos logros, fruto de los progresos en la investigación, han colocado a la sanidad pública andaluza durante mucho tiempo en la cresta de la ola, haciéndola visible y admirada en el exterior. Lo lamentable es que la administración sanitaria, cual surfista planeando sobre la cumbre de la ola, creyó dominar el mundo y, como suele pasar, si el éxito empaña a la razón puede relegarse hasta la obviedad de que una buena fusión pasa por una buena negociación.

Se olvidó, además, que hay olas que rompen inesperadamente arrastrando la tabla hacia el fondo, donde no existen trasplantes ni operaciones de fetos, sino personas que esperan desde hace meses una operación, personas que han pasado la noche en una butaca esperando una cama libre o sanitarios que no pueden atender bien a sus pacientes por la reducción de plantilla… Los éxitos conseguidos en los quirófanos andaluces no llegan a compensar tanto desamparo en los pasillos de los servicios de urgencias. No sería justo juzgar a la sanidad sólo cuando triunfa, pero tampoco sólo cuando fracasa.

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