é RASE un día de primavera del año 2009, con un sol de mayo de esos que acarician. Fue una sorpresa encontrarme con Antonio Maíllo, que me esperaba al salir del edificio Paulo Freire (en la UHU). Solo tardó lo que duran un par de besos de bienvenida para que saliésemos del Campus hacia el centro de la ciudad, y es que la temperatura incitaba a pasear. Por el camino, Maíllo fue contándome que se había enterado que, en el Huelva Información, necesitaban una mujer colaboradora de una columna, por aquello de la paridad y… ¿Por qué no lo intentaba?

En la plaza del Gran Teatro, se me presentó a Javier Chaparro, entonces reciente director del Huelva Información. No nos conocíamos, pero Javier confiaba en Antonio Maíllo y éste en mí, de modo que apostó por su intuición y me pidió que escribiese una columna semanal. Chaparro no habló de tiempos ni de permanencias, yo sí lo haría, en función de los resultados, esa fue la única condición que puse.

Casi catorce años después, puedo presumir de que nunca faltó un artículo mío semanal en la redacción, salvo algún que otro agosto en el que me permití pedir permiso para viajar sin el portátil. Hoy se termina esta larga etapa y toca agradecer la confianza en el plantel de directores durante esos años y eso sí, una directora (¡menos mal!): Desde Javier Chaparro, a Tuto, la inolvidable Ana Vives Casas y el actual, Javier Ronchel. Agradezco a todos, profundamente, la libertad que me regalaron y con la que siempre conté siempre.

Como muestra, nunca olvidaré ese domingo en el que el Huelva publicó una editorial claramente en contra del aborto y en la misma página, yo daba argumentos por los que había que admitirlo. No sé cuántos lectores me lo comentaron y todavía hoy me lo recuerdan; o aquel día que tanto me sorprendió ver una columna mía en papel y recortada del periódico, pendiente de una chincheta. Nadie me conocía y me permití releerla allí, anónimamente, colgando de un corcho.

Hoy termina este período, satisfecha por escribir siempre lo que pensaba y por los afectuosos comentarios, aunque alguno de ellos, molestasen. Me queda la preocupación de cómo, desde hace un tiempo, se considera normal que en alguna que otra edición, solo aparezca una firma de mujer.

Sí, fue bonito mientras duró. Gracias a los redactores y a sus directores, a todos, a Yayi, la gerente… Sin saberlo, me habéis regalado buenos ratos y mucho aprendizaje. Y, por favor, no olviden que la verdad es plural.

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