Qué pena de política! ¿Cómo hemos podido llegar a bajísimo nivel de responsabilidad en el ejercicio del servicio al pueblo y dignificar la democracia por la vía del respeto al Estado y sus instituciones? La respuesta es clara y salvando las pertinentes excepciones, no están llegando a las altas instancias gubernamentales precisamente los mejores. Naturalmente, esto es opinable pero con un somero repaso a la hemeroteca podríamos comprobar cómo se insulta a la inteligencia de los ciudadanos cuando se pretenden justificar contradicciones, incoherencias, desatinos o entreguismos mediante el juego semántico o un ridículo ejercicio de funambulismo dialéctico, como el de la señora Calvo para, definir y explicar la figura del relator -por cierto, en clara contradicción con la posición catalana que piden un mediador internacional- con lo que deduzco una primera conclusión: estamos ante un nuevo ejercicio floral hacia fuera por la incapacidad de gestión positiva de los problemas de dentro , de manera que si el gesto publicitario sale bien, el éxito es mío y si no, es culpa de otros, lo cual es un planteamiento rotundamente perverso.

Cuando se niega u oculta la existencia de un pliego de condiciones para dialogar y justo en un momento de debilidad, PGE, y un socio descubre las posiciones de presión planteadas, la lógica te dice que no es fiable el interlocutor y, en consecuencia, no se debe continuar el pretendido diálogo salvo que como afirma Alfonso Guerra, esto "trasciende el ámbito de la política para entrar en el del psicoanálisis".

Y es que tenemos un presidente que va más allá del equilibrio necesario para una fructuosa acción de gobierno para poner ésta al servicio del culto a su propia persona. ¿Reconocen ustedes a este PSOE de los 84 diputados como el partido con sentido de Estado protagonista de la Transición? No hay más que ver, no solo a los personajes sino a la reacción producida entre sus responsables territoriales ante la boutade del famoso relator, figura innecesaria y desde luego, no sustitutiva de los Parlamentos autonómicos o las Cortes Generales salvo en sistemas con altas debilidades democráticas.

No podemos aceptar descalificaciones de opositores -cuidado con la retórica y las analogías desmedidas que llevan a pasarse de frenada, se puede perder la razón que se tenga- al comprobar que la mayoría de la prensa y altos dirigentes socialistas quienes han rechazado la idea y solicitan reunión de los correspondientes comités del partido para debatir una cuestión que es tramposa, pues quien pide diálogo tiene altamente demostrado que no quiere tal diálogo. Conoce la debilidad política y el narcisismo de su interlocutor y lo chantajea.

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