La verdad es que duele y cuesta escribir sobre ciertas cuestiones pero, a veces, no queda más remedio que hacerlo aunque sea por intentar que alguien piense y, si se ve aludido, corrija o en todo caso, mi propia responsabilidad como ciudadano comprometido con lo que significa una convivencia pacífica, solidaria, democrática y, por tanto, libre.

Escribo esto, además, en un día supuestamente y espero que así sea, especial tal cual es la víspera de un evento electoral. El más cercano, el más personalizado por la proximidad y el conocimiento de los candidatos, el que más directamente afecta a la calidad de vida de nuestro quehacer y que debería ser, en sus resultados, el más sensible a las necesidades demandadas por los paisanos de los teóricos electos.

Lamentablemente, no me parece haya sido así, al menos en la dimensión debida y ello me lleva a pensar en las grandes debilidades que como sociedad, sin caer en generalizaciones que llevan al error con mucha frecuencia pero, también, huyendo del fariseísmo que se supone rasgarse las vestiduras ante cualquier discrepancia para de inmediato descalificar al oponente como suele suceder con, sobre todo, los sumisos y voceros del poderoso que se sienten legitimados para repartir carnets de buenos y malos, de fachas y progresistas, de casposos o modernos… en definitiva, que estás con ellos o contra ellos y, en consecuencia, eres candidato a la “cancelación social”.

Es, entonces, que nos sentimos ofendidos cuando se nos alude de forma generalizada – como ya he dicho, erróneamente – como se ha puesto de manifiesto con los últimos incidentes racistas en el fútbol. Sin embargo, ¿qué hacemos para evitarlo? ¿Qué argumentos tenemos para defendernos y responder?… seguro que a título individual no somos racistas la mayoría pero, globalmente, nos callamos, no actuamos, ni denunciamos a la supuesta minoría cuando los hechos acontecen y siempre habrá algún oportunista, llámese Lula o como quiera que sea, que pretenda rentabilizar para beneficio de sus proyectos una situación de crisis. ¿Acaso no hay gente en nuestro país que se pasa la vida señalando de forma descalificarte al de enfrente? Ya por ser empresarios “capitalista despiadado” le dirán; “antipatriota”, su buscan nuevas posibilidades de mercado… provocadores o corruptos por posicionarse ante determinadas leyes de contenidos muy ideologizados, o ser despectivamente: charnegos, maquetos o en un claro ejercicio de supremacismo absoluto… se podría continuar pero estos incidentes en el futbol ponen en evidencia el cinismo de unos: Lula se desmarca en el G-7 para caer populismo político cuando el mismo afectado de hoy, en 2017, señaló a su país como racista y ha quedado claro el fracaso de los protocolos anti racismo y la incoherencia jurídica, más bien del a Fiscalía de Odio archivando denuncias pero, curiosamente, se producen detenciones policiales tras meses de espera. En resumen, no somos racistas pero hay racistas y oportunidades, casi nadie en el mundo puede “tirar la primera piedra” en este tema y, por tanto, tomen decisiones certeras. Como les invito hagan libremente buscando el bien de Huelva.

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