En este tiempo de observación de proezas olímpicas, de paciencia para asimilar los errores, en ocasiones por desconocimiento, y hasta una histeria al límite del fanatismo en algunos comentaristas durante las transmisiones, aún queda tiempo para seguir viendo y valorando la situación político-económica-pandémica-social… y ver como, ciertamente, y cada vez más, lo que de verdad, a estas alturas de la vida personal importa, es el futuro familiar y el presente, que al margen del carácter ideológico de cada cual -siempre que sus fundamentos y ejercicio expositivo sea democrático- lo necesario es que quienes ostentan y ejercen el Poder nos respeten y no insulten a nuestra inteligencia.

Y es que, como decía Montaigne, "nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis". Por ello, cansa, y mucho, tener que escuchar cíclicamente la "derrota" del virus o el comienzo del "tiempo de la sonrisa" para culminarlo con la "medalla de oro" de la vacunación, cuando estamos de lleno en la quinta ola.

El gran problema es que cuando la propaganda condiciona la toma de decisiones, no podemos aspirar a que la verdad y el bien general protagonicen la acción del Gobierno -ya de por sí, poco cohesionado- pero sí impregnado de un relativismo absoluto, frente a la complejidad de la situación que vivimos, que hace no distinguir lo bueno de lo malo, lo hermoso de lo feo o la verdad de la mentira.

Así, se insiste en la bilateralidad con los territorios conflictivos y se especula con el uso de un lenguaje de buen son pero escaso contenido, se hacen propuestas de corrección de errores que terminan olvidadas: precios energéticos, política exterior, persistencia de la necesidad de una adecuada legislación sanitaria que evite al coyunturalidad y la improvisación, la discriminación en el reparto de recursos económicos y transferenciales entre territorios… en este último aspecto orientados, desde el eufemismo correspondiente, a consolidar las asimetrías autonómicas de Maragall en una confederación de territorios que entierre el modelo "cooperativo" establecido a partir de 1980 tras el Referéndum Autonómico Andaluz y que se consagrará esa discriminación, pretendida ahora, en octubre con la aprobación del documento España multinivel la mayoría de edad del Documento Granada elaborado hace años.

Creo, pues, que si el objetivo -personal e intransferible- es la permanencia en el Poder a costa de lo que sea y negar, como alguno de sus socios, la posible alternancia, dudoso concepto democrático, el camino es éste marcado. Sin embargo, la verdadera democracia invalida potenciar el supremacismo de unos o los privilegios de otros a costa de los demás. Lo auténtico es ser justos, equitativos y solidarios en el ejercicio de gobernar. Y si empecé con Montaigne, finalizo con Goethe, a modo de conclusión a su medida: "Si me preguntas qué es lo justo, te lo diré: lo que conviene a quien lo aplica". Me queda claro, ¿no?

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