Ya tenemos nuestras playas. Este fin de semana han pasado la prueba y ha sido tranquila, gracias a unas temperaturas más propias de abril que de junio.

Después de tres meses con el bicho a nuestras espaldas y una duda constante sobre la forma en que íbamos a poder (o no) darnos un chapuzón, la temporada turística se abre en la provincia. Prácticamente en un abrir y cerrar de ojos, ya nadie se acuerda de que el Brexit fue espada de Damocles muchos meses atrás. Ya no preocupa al sector porque el impacto de esta pandemia ha superado con creces los efectos de la salida de Reino Unido de Europa.

Huelva jugaba entonces con una ventaja: tener a la mayor parte de sus clientes entre las fronteras nacionales y esa misma excelencia juega ahora a su favor. Mientras otros destinos han dependido siempre del turismo internacional, Huelva ha sido el punto elegido para el disfrute de las familias de nuestro país.

Nadie pone en duda su poder curativo en una sociedad como la actual, con un ERTE detrás de cada esquina. El turismo emplea anualmente a una media de 16.000 trabajadores en la provincia, con picos de hasta 22.000 empleados. Aunque este año nada será igual.

Mientras autoridades y especialistas definían las pautas para tener unas playas seguras, los onubenses hemos hecho los primeros ensayos. Y no ha pasado nada (malo). Esa responsabilidad a la que siempre se ha implorado, ha hecho gala con escasas excepciones y desde que se permitió el acceso a ellas, los onubenses han respetado (con creces) la normas de distanciamiento necesarias en esta nueva normalidad a la que caminamos.

Ahora las fronteras se abren al resto de provincias y las medidas se extreman para seguir alejados de la pandemia. A partir de la próxima semana tendremos a 476 vigilantes por nuestras playas (a pesar de que ya algunos los acusan de intrusismo). Observarán a los bañistas, controlarán los aforos de las playas e informarán de las medidas de seguridad y protección para evitar contagios. Poco más se puede hacer, salvo volver a llamar a la responsabilidad.

El problema llegará con la subida de las temperaturas, que llevará a querer bañarse hasta a quien no lo ha hecho en su vida, como pasó con la autorización a las salidas para hacer deporte, cuando se puso un chándal hasta el Tato. Es algo inevitable, va con nuestra propia forma de ser.

Ahora, estén tranquilos, disfruten de la playa, del chiringuito y no se olviden de la protección solar, que nuestra piel no está acostumbrada aún a tanta luz solar.

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