Si todavía no ha comenzado la campaña electoral y el personal anda ya un poco hastiado de las elecciones, no estaría mal pensar como reflexión dominical, que quizás los partidos políticos no le estén sacando provecho a este periodo.

Reconózcase que estos días son muy divertidos para los aficionados de alcahueteos y frivolidades, pero decepcionantes para quienes esperamos de la política algo más que titulares dignos de revistas del corazón y algo más que fake news publicadas sin pudor alguno. Habrán observado que la última tendencia en los partidos políticos consiste en buscar y fichar a personas cuanto más populares mejor. Viven una especie de competición para ver quién lleva en sus listas a la persona más sorprendente, más inesperada y que sepa menos de política, lo cual resulta decepcionante para las románticas que entendemos que estos días son los más adecuados para el análisis de los programas que se presentan, sobre las necesidades de los españoles, para pensar en convenios sociales, en acuerdos…

Así, el miedo empieza a planear por encima de nuestras cabezas. No puede ser que la protección a las personas que no se valen por sí mismas, dependa de quienes gobiernen. No puede ser que los jóvenes deban emigrar en función de la política laboral imperante en un momento determinado. Ni puede ser que haya que temer a unas elecciones, no sea que nos privaticen la sanidad o llegar a considerar que las pensiones dependerán del partido ganador. No puede ser que los niños españoles empiecen su escolaridad con un sistema educativo y tengan otro antes de que la finalicen… El bienestar social no puede terminarse en cuatro años porque los derechos fundamentales deben estar protegidos siempre.

Es necesario y urgente sentarse a negociar (lo que incluye el ceder) a fin de conseguir que aquello que se considere imprescindible para el progreso social no dependa solamente del grupo de personas que consiga el poder. El actual contexto no parece el más indicado, está claro, porque para sentarse a hablar hay que escuchar y la izquierda se presenta bajo tres o cuatro siglas diferentes y la derecha (después de unirse usando un calzador en Andalucía) no consigue ahora encontrar un camino común. Si se consiguieron los Pactos de la Moncloa en la transición y el Pacto de Toledo en 1995, ¿por qué ahora no? Hay que hacerlo ya, ahora corresponde firmar un prepacto que garantice que todos los que formen parte del Congreso, se comprometan a trabajar por El Pacto.

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