Siendo fiel al debido respeto que como persona debo tener a las instituciones establecidas por la voluntad democráticamente ejercida por los ciudadanos españoles, debo confesar mi pesimismo respecto al futuro más inmediato, ¡ojalá esté equivocado! Pero creo que acaba de comenzar la cuenta atrás del final del modelo constitucional del 78.

Con las reservas que supone opinar desde la condición de hombre de la calle, sin información de los recovecos de las gestiones políticas pero sí desde la intuición, el olfato político personal, el conocimiento de la historia y el aval de la independencia personal, me atrevo a afirmar que se ha cometido un grave error al proponer candidato a la investidura al señor Sánchez sin conocer de manera directa la posición de ERC.

No puede entenderse que sin cuadrar los números se tome una decisión de ese calado, máxime sabiendo el criterio de rechazo, por parte de los presuntos socios de Gobierno y abstencionistas investidores, del vigente modelo constitucional y las aspiraciones del independentismo, además del más que conocido, demostrado y ejercido, perfil de deslealtad institucional del presidente en funciones -qué le habrá dicho al Rey- que no ha dejado de dar pistas de esa deslealtad citada y que van desde el bloqueo a la presencia real hasta sus pretensiones de modificación del artículo 99 de la Constitución que consagra la única función, no simbólica, del Rey hasta sus planteamientos y actuaciones previas a su nominación, con lo que patentiza el rechazo a la Monarquía Parlamentaria, aún solapado por intereses particulares pero todo se andará. Solo el fracaso precoz del nuevo Gobierno que no obviará, en ningún caso, el daño general que se pueda producir, lo impediría.

Sin profundizar en ello, pero el escenario de repetición de la historia es muy similar al de otros tiempos, fatídicos para el pueblo en general, y podríamos recordar el fracaso del "gesto, pretendidamente, patriótico" de Alfonso XIII porque entonces la deseada República democrática de intelectuales liberales no era el objetivo finalista de la izquierda vigente que buscaba la Dictadura del proletariado -Largo Caballero, dixit- y la consideraba burguesa con Azaña a la cabeza. Hoy, los tiempos y la sociedad cambiaron, la distancia es notable, sin embargo los objetivos son similares, incluso más sibilinos, destruir o modificar el sistema aprovechándose de las ventajas y privilegios que les otorga el propio sistema.

Sí, soy pesimista, lo que no impide mi respeto a todas las opciones democráticas, pero resulta sarcástico tener que tragarse que el presidente, en funciones, nos diga que todo, "se hará de acuerdo con la legalidad…". Faltaría más.

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