Hay situaciones en las que es fácil perder los nervios, y son capaces de sacar lo peor de las personas. A saber: La referencia a los avances en los trenes de Alta Velocidad, "donde se cuida tanto el diseño, como la seguridad y el confort", o bien eso de: "Renfe cuenta con una flota de vanguardia y tecnología punta de máxima fiabilidad" ¿Cómo? ¿En Huelva? ¿Es un sueño?

Una vez fue una avería en la catenaria (que no sé lo que es ni me importa); en otra ocasión, el problema se debió al deterioro de las obsoletas máquinas de los ferrocarriles; otro día fue una obra en el trayecto Huelva-Sevilla, pues el terreno perdió horizontalidad … Se ha perdido la cuenta de las averías en las vías, en la calefacción del vagón, en la velocidad… Se desconoce el número de veces en que se ha parado el tren en mitad del campo sin que nadie haya sido capaz de dar alguna explicación a lo que Renfe llama "problemas ocasionales". Se ha consumido dinero e ilusión en los viajes a Madrid de nuestros representantes políticos (unas veces socialistas y otras "populares") con el ministro de Transporte de turno… ¿Cuántas reuniones fracasadas? ¿Cuántos foros se han creado en Huelva, para olvidarlos después, por la defensa de unas estructuras dignas?

La última innovación en los trayectos Huelva-Madrid consiste en trasladar a los usuarios a la estación de Santa Justa en Sevilla, en autobús, y desde allí continuar en un tren en mejores condiciones. Tan seguros están en Renfe de las limitaciones de los onubenses para viajar, que la pasada semana fueron tres los autobuses que esperaron a los viajeros y no al revés.

Lo más lamentable de esta situación, más soportada que vivida, es que no pasa nada. Nunca pasa nada y hasta los propios responsables de este agravio, se han habituado a ignorar lo que pasa. Paralelamente a esta pasiva actitud, Huelva, que puede competir con cualquier otra provincia en riqueza natural, por alguna razón vive en un largo letargo, en una intensa modorra, en una interminable siesta de verano…

Y no, por favor, hoy no me hablen de las personas resilientes. Ésas que saben adaptarse a las situaciones adversas. Ésas que evitan los fracasos y que se recuperan pronto de ellos. Ésas que, en lugar de protestar mirando al cielo, aceptan los problemas y buscan soluciones para resolverlos. Hoy por hoy, no me anima a una actitud pacífica. No sé por qué me trae a la cabeza las imágenes de los trabajadores del metal y su destructiva victoria.

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