Hace muchos años, niños y niñas jugábamos en la calle, nos encantaba correr y competir, sobre todo. La manera más efectiva de empezar una carrera era a la señal de "Cochino el último", que resultó muy útil para darlo todo en la competición. Es curioso cómo situaciones actuales pueden llevarnos a rememorar otras del pasado. Ha tenido que constituirse el Congreso de los Diputados para revivir la emoción que generaba aquel grito de guerra.

La cita era a las 8:45, pero como si alguien hubiese gritado aquel "Cochino el último", desde mucho antes, los diputados por Vox, elegantemente vestidos, acudieron veloces a okupar los escaños que (teóricamente, puesto que no existían escaños preasignados), pertenecían al PSOE. Por fastidiarles la "hazaña", Zaragoza, diputado socialista, se coló en medio de ellos. Su cara fue de éxito total, para colmo sin corbata para diferenciarse más. Dicen que para no perder el sitio, aguantó sentado 7 horas ¡Cómo no recordar mis clases en Primaria, cuando los niños luchaban para sentarse con sus "amiguitos"! ¡Cómo no acordarse el triunfo que suponía para ellos conseguir estropearles el intento a los rivales!

En Secundaria, los estudiantes el asunto de los espacios lo gestionaban de otra manera. Se alejan más cuanto menos les interese lo que les cuente el profesor o profesora de turno, pero eso sí, se guardan el sitio entre ellos (los de Junts Per Catalunya custodiaron los sitios para sus colegas con un cartelito puesto ¡Qué cara de felicidad tenían!). En la adolescencia, cuando tanto los amores como los odios son tan fuertes, mis alumnos del instituto se expresaban con un elevadísimo tono de voz y, a veces, con una evidente falta de respeto. En el Congreso, como adolescentes mal educados y sin ningún respeto a la democracia, cuando los presos catalanes juraron a su manera, se golpearon la mesa y fueron abucheados sin tener en cuenta que se oyó desde el "por España" de los hostigadores, hasta "por la democracia y los derechos sociales".

Sin duda, la sesión constitutiva reunió todos los ingredientes de un espectáculo: pública, atrayendo la atención, provocando diversión… Hasta la entrada de Cortés fue espectacular. Y no, no fue lamentable. Fue, simplemente, un espejo de la contradictoria sociedad actual: rivalidades y solidaridad, amistad y enemistad, dolor y risas… Pero, sobre todo, una estampa de la búsqueda, de formas variadas, de una España plural, en continua búsqueda, tiñendo las desavenencias con sentido del humor.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios