En 2018 murieron asesinadas 23 mujeres en España y desde que empezó éste, son ya ocho las asesinadas por sus parejas y exparejas, pero llegan a mil desde que se decidió hacer recuento, en 2003. Se contabilizan en más de doscientos los huérfanos y existe un número indeterminado de mujeres que, por vivir amenazadas, tienen que ser protegidas. Cuidar a las víctimas y asegurarles amparo debe ser un deber de Estado y así se reconoce y contempla en España, especialmente concienciada con esta lacra. En este sentido, deben valorarse los esfuerzos gubernamentales y de asociaciones.

Está claro que esta protección conlleva gastos, de ahí que en los Presupuestos Generales del Estado para 2019 figuren además de 220 millones de euros, los del pago de cuotas de la Seguridad Social de los cuidadores de las víctimas. Se trata de una partida tan justa como necesaria, pero… Alguien debería explicar para qué sirven esos millones en el caso de que un menor dé una paliza a otro menor porque, a su juicio, tontea con su novia, siendo la chica solamente suya y porque el macho manda (en Huelva, esta semana, y se llama violencia de género). ¿Para qué sirven los millones a esa niña de 13 años que ha intentado suicidarse ante el acoso de unos compañeros de instituto que pretendían mantener relaciones sexuales con ella?, el macho manda (en Málaga, esta semana, y se llama violencia de género). Porque aunque Casado considere sinónimas la violencia doméstica y la de género, existen notables diferencias entre ellas (Que alguien se lo explique, que a mí me da pereza).

Habría que recordar, a los políticos y a la sociedad en general, que en la mayoría de ocasiones la prevención es más útil, más sana, menos agresiva que la imposición de penas por delitos. Si la violencia machista es detestable, que sea utilizada por los más jóvenes no solamente es repugnante sino que manda aviso de algo que se está haciendo mal. Las últimas violaciones y los abusos no se remedian indemnizando a la víctima. Debe conseguirse que no ocurran y esto tiene más que ver con la educación que con los Presupuestos. Qué absurdo, qué ridículo mantener un debate sobre el nombre de una asignatura, qué pérdida de tiempo discutir si bilingüismo o el trilingüismo, o qué grotesco batallar por la gratuidad de libros, mientras haya adolescentes divirtiéndose con el sexting o el ciberbullying

Nuestra sociedad necesita buenas personas y luego, si puede ser, que sean buenos científicos o humanistas.

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