No es casualidad que recuerde con frecuencia cuando hace unos años, cantábamos a coro en los conciertos de Los Secretos aquello de "Nada es igual, nada es igual". ¿Quién hubiese sospechado que aquello era una premonición de lo que nos esperaba? ¿Quién hubiese imaginado que los niños irían al colegio enmascarados, sin tocarse ni abrazarse con timidez en la puerta? ¿A quién se le ha ocurrido la ridiculez de saludarse frotándose los codos?

Este curso ha comenzado con objetivos demasiados ambiciosos para un contexto tan incierto, que difícilmente podrán atenderse las necesidades físicas, académicas y sociales del alumnado. La cuestión es ¿cómo educar ahora, en un contexto desconocido e inédito, para que los escolares puedan desarrollarse más y mejor? porque esto que vivimos y que los políticos llaman "nueva normalidad", será nueva, pero no normal.

Y si se trata de cambios, hablemos de cambios. Para empezar, ¿de verdad son tan importantes los conocimientos? ¿Y si el profesorado se plantease, con seriedad y sin trampas, cuáles son los que realmente precisa el alumnado? ¿Y si, de una vez, se adaptasen las metodologías (y no al revés) a los escolares? ¿Y si se olvidasen los manoseados libros de textos y fuesen aprendiendo (mientras sudan con la mascarilla) otras cuestiones que la escuela olvida? Por otra parte, si nada es igual, ¿no es contradictorio enseñar igual? ¿Por qué repetir y repetir manidos métodos? ¿Por qué acudir a "lo de siempre" si estamos inmersos en lo que "nunca pasó"? Es el momento de ponerse en la línea de salida y sin mirar atrás, concederle y admitirle autonomía a todos aquellos educadores que se empeñan en tantear, probar o investigar en suma, hasta encontrar la manera de que el alumnado pueda aprender más y mejor, aunque no sea lo más cómodo.

Hay una excepción en este contexto, porque cuando nada es igual, todo cambia; no obstante, ese profesorado conservador, ése que lleva años enseñando de la misma manera de siempre, tiene ahora la justificación perfecta para seguir usando su pizarra, sus cuentas y sus dictados. (¿Cómo fomentar un aprendizaje cooperativo con la distancia social?). El problema lo tiene ese docente innovador, que deberá reinventarse una vez más, huyendo de una enseñanza enciclopédica e impersonal. Habría que dar con la manera de que, en la escuela, niñas y niños puedan acercarse físicamente, con las medidas adecuadas, y que aprendan juntos, porque educar es socializar y el aprendizaje es un juego de equipo.

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