Entre dos orillas

Juan A. Romero

jaromero@paginasdelsur.com

Dos hombres y un destino

La atmósfera política que se nos avecina en estos meses en el panorama andaluz amenaza con dilapidar la escasa paciencia que le queda al ciudadano de a pie de soportar con estoicidad nuevos enfrentamientos entre políticos, en este caso compañeros y compañeras de una misma facción ideológica, mientras la pandemia sigue su curso, quién sabe si caminito de nuevas olas que nos devuelvan viejas limitaciones. Prepárense una vez más para un nuevo empacho de discursos hueros, originados por la fatuidad de muchos de nuestros dirigentes.

Como buenos prestidigitadores, los aspirantes a controlar el PSOE-A se encuentran ya barajando sus cartas, dispuestos a aplicar nuevos trucos con los que envolver a propios y extraños con tal de poner en marcha la jugada maestra que los aúpe al poder, prometiendo fórmulas mágicas con las que aliviar nuestras fatiguitas.

En el caso particular de Huelva la situación no pinta del todo cómoda, aunque a priori las aguas no parece que bajen por ahora demasiado turbulentas. Gabriel Cruz no permitirá guerras púnicas internas que desangren al grupo municipal. Libertad de voto y punto. Que solo hablen las urnas. Habremos de esperar con el paso de los días si se recrudecen los discursos y las presiones en los forillos internos. Por ahora solo tenemos un correcto aunque rotundo tuit de Pepe Fernández, hombre fuerte del equipo de Gobierno de la Casa Grande, donde se declara practicante confeso de la doctrina susanista.

En el otro lado de la balanza encontramos el misterio de la sagrada y discreta conversión experimentado por el propio Gabriel Cruz, quien en tiempos pretéritos también profesó el dogma de Susana, como casi todos en el partido, hasta que decidió seguir fielmente los designios y la música que marcaba el corifeo Sánchez desde Ferraz. Tan solo bastó que el primer edil sevillano Juan Espadas se lanzase al ruedo andaluz, mostrando gestos de acercamiento hacia otros líderes locales con ascendencia en otras provincias, como es el caso de Cruz, con quien mantiene una estrecha amistad, para que este le correspondiera, aunque de manera comedida y moderada, con gestos de cercanía y afecto mutuo. En el campo de la semiótica política sobran las palabras. Voces muy autorizadas apuntan desde Sevilla que el destino de Espadas y Cruz puede estar unido en un futuro a medio plazo. Dos hombres y un destino. Aunque a diferencia de la famosa cinta de George Roy Hill, aquí no se trata de cortejar a la protagonista, sino de dejarla con las dos ruedas de la bicicleta pinchadas en la cuneta.

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