Quise mantener la esperanza hasta el último momento. Pensé que al final la cordura llegaría, que no hay dos sin tres, aunque cuatro iba a ser un empacho. Pero ahí están: cuatro elecciones generales en cuatro años y cuatro elecciones (autonómicas, generales, municipales y de nuevo, generales) en menos de un año en Huelva. Como a la mayor parte de los alrededor de 405.000 onubenses que estamos llamados otra vez -sí, otra- a las urnas, mi estado de ánimo va del hartazgo a la impotencia, del enojo o hastío a la sensación de que a una le toman el pelo. Y eso es peor.

Seguimos sin sacar proyectos adelante, pero, eso sí, tendremos más debates, más buzoneo, más mítines, más actos, más comparecencias públicas y... más gasto en una campaña que ¿va a aportarnos algo? No lo creo, así que yo preferiría que los 140 millones que cuestan unas elecciones (fíjense, qué casualidad, a Huelva le corresponde casi la misma cantidad -144 millones de euros- en el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para este año) se invirtieran en costear la cesta de la compra anual de 31.180 onubenses, o la matrícula universitaria de 175.000 estudiantes. Con ese mismo dinero se pueden comprar 45 aceleradores lineales para tratar a pacientes oncológicos o pagar el salario mínimo a 10.981 onubenses durante todo un año. No estaría mal, ¿verdad?

Cada vez que un proyecto queda atrapado entre archivadores se justifica con falta de presupuesto. Pues con el 10-N tendríamos obras esenciales como la Presa de Alcolea y el túnel de San Silvestre, o el primer tramo del AVE, o 35 kilómetros nuevos de autovía... Al menos se podía tener presente a los parados a la hora de realizar contratos para ejecutar servicios exclusivos de campaña o cubrir mesas electorales en la jornada electoral; en Huelva hay 45.191 inscritos en el antiguo Inem que lo agradecerían.

Hay miles de cosas que podrían hacerse en sanidad, educación o cualquier otro ámbito con ese presupuesto. Pero no, de nuevo estamos invitados a lo que llaman fiesta de la democracia. ¿Fiesta? Un solo apunte, yo a las fiestas voy a disfrutar, a pasármelo bien y a divertirme. Y el 10-N no va a suponer para mí ninguna alegría porque yo ya estoy afónica de hablar con mi voto. ¿Alguien escucha al otro lado? ¿Hay alguien ahí?

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