Llega un momento en el que hasta las más profundas convicciones se tambalean al comprobar al superficialidad, incoherencia, ventajismo, impostura y perfil propagandístico de quienes tienen la alta responsabilidad de mantener el prestigio institucional, por encima de criterios ideológicos, cuando se deben compartir preceptos comunes con el adversario, relativos a la libertad, la democracia y la cohesión unitaria de la Nación, cuyos ciudadanos los eligieron para representarlos en base a esos fundamentos inmutables del sistema democrático. Esta, debería ser la más alta responsabilidad de nuestros políticos, en general, y de los que nos gobiernan en particular. Ello, debería sustanciarse en las Cámaras de representación, Congreso de los Diputados y Senado como vehículo de credibilidad legislativa y de culturización política popular.

En esta pretensión es figura imprescindible y ejemplarizante la Presidencia del Congreso. En los últimos tiempos, se observa una clara degradación del sentido institucional en el ejercicio cotidiano, no exento naturalmente de una militancia obvia pero sí exigida de una imparcialidad y neutralidad que es la que da sentido a la acción de la Tercera Autoridad del Estado, mediante el exquisito cumplimiento de los Reglamentos, dictámenes de los letrados y perfecta observancia de los principios constitucionales.

Por eso, la Presidenta del Congreso quedó en evidencia con su discurso del Día de la Constitución, con un contenido partidario más que de anfitriona y resultado, ciertamente, sarcástico, al reñirle a la Oposición exigiéndoles lealtad constitucional mientras comparte socios el Gobierno con auténticos depredadores del periodo constituyente del 78 y pretensiones de rotunda negación de todos los contenidos constitucionales, desde la Unidad española a la Monarquía parlamentaria, pasando por la Separación de Poderes, nación vasca o república catalana… Ella misma, catedrática de Derecho Constitucional, se sorprende de la inconstitucionalidad del estado de Alarma, tachando de judicialización política lo que es una trasgresión de las libertades, antológico argumento para ser experta. Todo ello, sin incidir en su peculiar interpretación de la libertad de expresión, según quien sea el orador o la peculiar actitud respecto a la inhabilitación de un determinado diputado de la bancada de la izquierda… y el silencio ante la ausencia de los socios en las celebraciones institucionales, con los que demuestra cumplir de "pe a pa", las presuntas directrices que emanan de la "superioridad". Vaya Presidenta, "disciplinada" pero no imparcial.

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