¿Vamos de locos?

Por mucho que nos empeñemos, ni siquiera nosotros somos capaces de destruir España

Resulta evidente, en los últimos tiempos, que nos hemos instalado en una vorágine de cainismo social en la que lo importante es la aniquilación del que entendemos como nuestro adversario mientras nos apropiamos de la fortaleza moral, la ética y la honestidad, de manera exclusiva según se pertenezca o no a un determinado posicionamiento ideológico. Esa situación está en plena vigencia pues la certeza de los hechos pone en evidencia como un exceso de contenidos dialécticos orientados a la elevación del listón de la ejemplaridad política hasta límites exagerados puede concluir en el caos, la decepción o el límite de la locura con un dominio del relativismo frente a los sentimientos y el consiguiente daño a las personas honorables.

Basta hacer un somero repaso de acontecimientos recientes y, aún sin profundizar en los mismos, podremos darnos cuenta de que, como diría un cabal, "vamos de locos". Si comenzamos por la política, el axioma de ser "dueños de los silencios y esclavos de las palabras", ha resultado demoledor para el presidente Sánchez con la designación de su primer ministro de Cultura, está al límite con el de Agricultura y tiene horizonte de dudas con la de Hacienda, y todo, en los primeros días de gestión con la evidencia, pues, de que la "siembra de vientos trae recogida de tempestades". Ciertamente de locos o cuando menos ausencia de previsión. Del decaimiento del 155, ni hablamos. Si damos un giro copernicano de tema, nos encontramos con Rubiales versus Lopetegui. Sin profundizar, solo un apunte verdaderamente de locos al ver como opinadores mediáticos de perfil independentista se convierten de inmediato en verdaderos hooligans de la selección española. Para remate, Griezmann maneja el sentimiento de los atléticos que finaliza en casi ridículo de los culés, con la colaboración del azulgrana Piqué. Ejemplarizante sin duda esta locura.

Por fin, un punto de sosiego en tan vertiginosa actualidad de las últimas semanas: dos presidentes de Gobierno, tres ministros de Cultura, ruptura pre Mundial de fútbol, alianza publicitaria colchonero-culé, aplauso mediático a un Gobierno de "catálogo", que diría un amigo y contertulio antes de que pueda demostrar sus capacidades… la Justicia, funciona y el cuñado del Rey a cumplir condena en la cárcel. Todo ello, y más que se podría decir, confirma el aserto de Bismarck y es que por mucho que nos empeñemos, ni siquiera nosotros somos capaces de destruir España, a pesar de las locuras cotidianas.

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