No son pocos. Antes al contrario son ya demasiados los agentes sociales y políticos, dentro y fuera de España, interesados en convertir nuestra nación en un polvorín. No sé si sirve de algo hacer llamamientos a la responsabilidad de toda esta gente. Están en una dinámica incendiaria que no puede terminar más que de mal para arriba. Eso sí, estas intenciones andan revestidas, como siempre de la desgastada palabrería al uso de progreso, libertad, igualdad, avance, retroceso,... Palabras todas prostituidas hace ya mucho tiempo por el uso que de ellas han hecho los regímenes más totalitarios y criminales de la historia en el siglo XX. Pero, por lo que se ve, sus retoños añoran a sus progenitores y quieren volver a las andadas. Cuando se repiten e imitan personajes y actuaciones anteriores los resultados, con toda probabilidad, serán los mismos: finales muy traumáticos. Y lo peor es que algunas personas y medios les están haciendo la ola a los violentos, probablemente sin desearlo. Cuando todos los días, decenas de veces, aparecen artículos y noticias señalando a personas y organizaciones como indeseables, como extremistas, como enemigos de la democracia y de las libertades se les está poniendo en el punto de mira de los violentos, de los que quieren cargarse el tinglado, de los que desean derribar el edificio para, sobre sus ruinas, construir su paraíso totalitario y exterminador de toda disidencia.

Si en la noche electoral andaluza sale un dirigente, que no le gusta lo que han votado los andaluces y va y llama a lo que él denomina una alerta nacional antifascista, movilizaciones mil incluidas, está cometiendo una grave irresponsabilidad. Si la presidenta en funciones de la Junta de Andalucía escribe una carta a todos los andaluces y los llama a mantenerse movilizados y beligerantes contra lo que ella ridículamente llama la vuelta del franquismo político, está cometiendo una grave irresponsabilidad. Por supuesto que se está echando piedras en el tejado porque todo lo que sea victimizar a un opositor político es llenarlo de votos. Me parece que amigos y enemigos, sobre todo, han puesto en marcha la máquina de ganar elecciones de ese partido denostado, escupido y agredido. Si la campaña mediática de lo imbécilmente correcto continúa como hasta ahora, ese partido puede ganar hasta las elecciones generales. Todo es cuestión de que unos y otros sigan insistiendo en palabrería infumable y en movilizaciones hueras. Lo peor de todo es que esta película ya la hemos visto. Se llama España, siglo XX, años treinta. Mejor no hablar del final de la película esperanzados esta vez en que en la versión nueva cambian los personajes.

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