Ya apuntaba maneras cuando en el debate electoral llamó "indecente" a Rajoy. Continuó "arrimando al hombro", eso que tanta demanda ahora a la Oposición, al convertirse en adalid del: NO, es NO. negó alianzas posibles que, luego, no solo ejecutó, sino que, en una especie de abducción o plagio, está adoptando un discurso con argumentario podemita que firmaría el propio Pablo Iglesias. Sigue instalado en la negación despectiva de propuestas originales de sus opositores para, con posterioridad, apropiárselas y presentarlas como propias. Ha modificado sus relaciones de interlocución volviendo a la impostura de una renovada versión de los "aló" durante la pandemia, abriendo las puertas de la Moncloa a personas anónimas - algunas resultaron no serlo tanto por sus vínculos o proximidad al PSOE - con respuestas, escritas de antemano, a preguntas de las mismas, aunque no llegaron a media docena, y que tenían todo un perfil de estar previamente programadas, con lo que el giro del comienzo del curso ha sido copernicano. De los grandes empresarios, según él son los que han colocado a Feijóo y junto con jueces y prensa son descalificados en una especie de Trump, a la española, los ubica en movimientos conspiranoicos para derrocar al Gobierno con lo que mi referencia a la generación del odio, el otro día, se ve reafirmada en un enorme ejercicio de irresponsabilidad y peligroso para la convivencia democrática.

Y si apuntaba maneras que se han ido consolidando, lo del Senado el otro día, confirma su progresión en la crispación que achaca a todos los de enfrente poque, visto lo visto, él es portador exclusivo de los principios democráticos, aunque, para ello, se convierta, siendo Presidente, en opositor de la Oposición transmitiendo que le pueden más el "yo" y el egocentrismo pertinente que el sentido institucional y las formas de cortesía parlamentaria tradicionales.

No solo se apropia de propuestas, sino que tampoco da respuesta a otras, demoniza a los oponentes sin tener en cuenta trayectorias políticas personales, enjuiciando groseramente capacidades y opiniones o aludiendo a hemerotecas y mentiras, ¿él? ¿paradigma de incumplimientos y teatralizaciones?... ¿Con qué fortaleza ataca a las grandes empresas energéticas quien tiene lugares relevantes de sus Consejos de Administración a socialistas? Desde Narcís Serra o José Blanco, hasta Antonio M. Carmona, pasando por Elena Salgado, Jordi Sevilla, Beatriz Corredor… será que no son "sanchistas" conversos. No entro en quien ganó el debate, pero sí sé que hubo dos estilos definitivos. Uno, constructivo y con sentido de Estado. El otro, agresivo y revelador de nerviosismo demoscópico. Por tanto, del bienestar general al individual, ahí está la diferencia sin dejar de resaltar que, a mi juicio, el PP, conociendo al adversario y sabiendo como van las cosas, no debió nunca proponer este debate pues lo que se derivó de él, es la imposibilidad de acuerdos y esto, en tiempos de crisis, nos hace perder a todos.

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