La política funciona como la cocina. Se trata de combinar ingredientes (planes, proyectos, presupuestos…) hasta dar con el resultado idóneo, y pensando sobre todo en los comensales que lo degustarán. Pudiera ser que un plato no sea del agrado del cocinero pero lo importante es que satisfaga a los destinatarios del mismo (en política, serían los votantes). A veces, resulta que, a pesar de contar con buenos ingredientes, el resultado final no satisface a todos; mientras unos quedan encantados, otros les dedicarán las más duras críticas (los afiliados y votantes de un partido concreto, solamente valoran las propuestas del mismo).

El actual jefe de cocina de España, Pedro Sánchez, desde que ganase la moción de censura a Rajoy, viene elaborando un menú, quizás con demasiadas pretensiones y, como era de suponer, pensado especialmente para satisfacer las aspiraciones de los suyos. Parece que no ha tenido mucha fortuna con el equipo de pinches que formó, pero sí ha sido cuidadoso con los ingredientes más idóneos y, además, está siendo fiel a su estilo y a sus principios con los primeros platos que van saliendo. El llamado Universalización de la Sanidad ha conseguido el deleite de muchos ciudadanos y no sólo de los sin papeles, a los que ha devuelto el derecho a la sanidad que se les arrebató en 2012. Muy oportuna esa tapa de Ampliación del sistema de becas que facilitará el estudio de los hijos de familias humildes. Pero no sólo amplía carta, el actual presidente ha sacado de ella ese batido de Impuesto al sol como freno al consumo eléctrico.

Pero nunca alcanzará una estrella Michelin. Los buenos cocineros saben seleccionar los mejores ingredientes y no dudan en deshacerse de los que empeoran el resultado. Pedro Sánchez ha arrinconado al que seguramente sea el más importante para la salud del país: la educación. Imperdonable que no haya prescindido todavía de ese plato estrella que intentó ser la Lomce, esa ley de Educación que montó Wert y que posee el ingrediente más indigesto para cualquier demócrata: crear ideología o seleccionar al alumnado mediante un batiburrillo de reválidas que los mismos que la pusieron la quitaron, comprobada su inutilidad. Será que como todo buen chef, Sánchez no desvela sus secretos, porque ¿cómo deja en la despensa la ley educativa que más repulsas ha suscitado por parte de familias, estudiantes, profesorado y del propio Congreso? O ¿qué hará con el fracasado Pacto educativo?

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