Es tal la velocidad y continuidad en la generación de noticias y acontecimientos que resulta casi imposible plantearse una reflexión única, aunque, curiosamente, en muchos casos hay conexión entre los mismos y las reacciones suelen ser peculiares.

Así, lo mismo vemos afirmaciones, sobre el número de fallecidos escasamente coherentes y poco respetuosas: "…Fallecidos, sean los que sean…" como si cada uno de ellos no tuvieran un nombre y una familia. Y observamos una respuesta, ¿forzada?, ante una pregunta parlamentaria referida a Felipe González, cuya defensa pública debería haberse adelantado al trámite parlamentario, defensa que no hemos observado ante una referencia similar sobre Felipe VI.

Ítem más, en relación a recuperar la credibilidad de las instituciones, se puede responder casi cualquier cosa, excepto: "…No hay que restituir lo que nunca ha existido" ni ofrecer "consensos" cuando lo que se exige es sumisión a las propuestas gubernamentales, lo que no exime -se acepten o no- de ser descalificado. Todo ello es una forma de ejercer la política y la acción de Gobierno, digamos que peculiar.

Como también resulta molesta la falta de reacción ante las ofensas históricas que estamos recibiendo en América, algún progre de por aquí también se ha sumado a ellas. Y es que nunca debería una ideología, la que sea, estar por encima del sentido común. Sin embargo, la historia nos enseña, precisamente, todo lo contrario, y está llena de ejemplos no tan lejanos, puesto que la mayoría de los movimientos revolucionarios del pasado siglo consideran, según el predicamento de Marx y Engels, la violencia como vía para obtener el poder.

Todo ello, en controversia con la división de poderes, el respeto a los derechos humanos y la economía de libre mercado. Por tanto, resulta relativamente extraño el papel del Partido Demócrata americano que desde el pusilánime estilo obamista, se va radicalizando por días en una búsqueda desesperada de derrotar a Trump. Ello le está llevando a potenciar la desmemoria colectiva y rentabilizar la incultura con un revisionismo absurdo, injusto, erróneo y manipulador de lo acontecido hace siglos, sin diferenciar protagonistas y realidad contextual universal del momento, siendo una de las maestras de ceremonias -como suele suceder- la italoamericana (¿charnega transoceánica?) presidenta de la Cámara de Representantes USA y supuestamente paisana en origen de Colón. Peculiar también, ¿verdad?

La masa es, generalmente, amorfa y dirigible pero el dirigente no puede ni debe serlo, de ahí que derrumbar una estatua en estas condiciones sea lamentable, pero por imperativo legal, transmite la mediocridad de quien debe defender y aceptar el derecho a ser diferentes con igualdad de derechos y respeto a la dignidad.

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