Las sesiones de control del Congreso, con sus turnos de preguntas y sus salidas de tono, estimulan un poco las ganas de participar y hay veces que incluso, distraen. En el hemiciclo, ya se sabe, argumentos repetidos, risas fingidas, y mucho tino en molestar a la parte contraria. Se olvida, más veces de las predecibles, que el respeto a las formas va sujeto al concepto de democracia. Las señoras y señores parlamentarios se insultan entre sí y sin rubor alguno. No suele ser un modelo a seguir las posturas de determinados miembros del Congreso, cuando optan por el uso barriobajero del lenguaje.

El proceso a seguir es tan conocido como repetido. Cuando a los señores parlamentarios se le acaban los argumentos a favor o en contra de algo o de alguien, se abre la "barra libre" de ordinarieces y comienza la pugna para averiguar quién verbaliza más groserías. Dado que no existe pudor alguno para los excesos, que los señores parlamentarios no están dispuestos a obedecer las instrucciones de la presidencia de la mesa, los arrebatos verbales inevitablemente crecen y engordan.

En el actual Congreso no solo nos ha tocado lidiar con diputados, no ya maleducados, sino hasta crueles. Hace unos días, Gallardo, diputado por Vox, se dirigió a una parlamentaria discapacitada, diciéndole: "le voy a contestar como si fuera usted una persona normal". Esta actitud puede ser consecuencia o causa de un proceso o de una reflexión y de una u otra manera, lo cierto es que se va extendiendo y popularizando, en las Cortes, las versiones horteras.

Otra perla del tal Gallardo es afirmar, sin que le suscite duda alguna, que las "leyes de la muerte (eutanasia y aborto) invitan a los padres a abortar, a triturar en el vientre de las madres a los niños a los que se les detecta tempranamente la discapacidad". Seguro que ahora estará contento y orgulloso de lo "valiente" que ha sido.

Por su parte, Feijoo opta por mirar para otro lado, no sea que le salpique. Se conforma con el silencio y califica los disparates de Vox como "sorprendentes", aunque cada día sorprendan menos. Hay diputadas y diputados que necesitan visibilidad y se expresan mediante improperios para provocar risas.

Son muchas las Olonas y los Gallardos, ven el hemiciclo como un teatro y se enorgullecen de la valentía y atrevimiento que exhiben. Tienen todo previsto: hay que darse visibilidad, surtirse de frases originales, fuertes y a modo de dardos. Cuanto más hieran, mejores se consideran ellos.

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