Las grandes diferencias en la vida de las personas provocan que oleadas de personas abandonen su mundo para buscar otro mejor. Inevitablemente están abocados a hacerlo de la manera que saben y que pueden. Por ello resulta inexcusable que a los que nos ha tocado vivir en la parte privilegiada, vayamos poniendo chinitos a los que no. Seguro que últimamente ha oído a alguien ("buena persona", por supuesto) que, alterando el gesto, intentará convencerle de la necesidad de endurecer las fronteras mediante muros insalvables. Cuidado, esas "buenas personas" se refieren a más cuchillas, más minas explosivas, más sensores...

Los primeros muros construidos datan de la Prehistoria y solían levantarse por su utilidad (el de Croacia, para salvar las salinas) o con tintes religiosos (el de las Lamentaciones, en Jerusalén) e incluso alguno rodeado de misterio como el de la imaginaria ciudad de Troya, de la Ilíada. Fue el Muro de Berlín, erigido para impedir la salida de la ciudad en los 80, el que abandona los romanticismos y emprende la violencia como persuasión. Desde entonces se han construido miles de kilómetros de murallas (más de la mitad del diámetro de la Tierra), nacidas desde el odio, desde una figurada superioridad y diseñadas expresamente para impedir el tránsito de personas. Así nació el muro marroquí, una barrera de arena de casi 3.000 km. de longitud, ordenado por Hassan II para impedir el exilio de los saharauis.

Los muros, que surgieron como medio de protección, ahora se levantan como un instrumento de ataque. Y no, no es necesario citar el caso de Trump y su obsesión en conseguir la barrera con México que impida la entrada irregular en Estados Unidos, porque a pesar del desastre ecológico que supone y de las muertes que conlleva, ha recibido 2.500 millones de dólares del Supremo para finalizar su "obra".

En España tenemos a muchas "buenas personas" que, obsesionadas con el de Ceuta y Melilla, van apuntando nuevas formas de tortura para los migrantes que, pese a los riesgos, intentan saltar la valla. Incluso los hay que, tomando pose de pistolero pendenciero estilo John Wayne, se atreve a decirle al arzobispo de Madrid, Osoro, que "lo que tiene que hacer el Papa es dejar el Vaticano para los inmigrantes" (Ortega Smith dixit)… Como si la solución para ellos y para la sociedad en general fuese sortear vallas acuchilladas o montar tiendas de campaña en los patios del Vaticano. Y con lo europeísta que dice ser, ¿Europa no tiene nada que decir?

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