Me gustaría ser capaz de moverme, en mi reflexión de hoy, entre el rigor y la ironía, o lo jocoso para que ustedes queridos lectores se queden con aquello que más pueda agradarles. También, precisarles que lo comentado sobre el señor Macron podría ser aplicable, en parte, al franco-catalán Valls. Allá por los comienzos de los años 80, leí un gran libro de Alain Peyrefitte que venía a titularse Cuando la rosa se marchite, de marcado matiz -como su autor- socialista y me dio unas vías de formación para entender parámetros de la entonces socialdemocracia española. A día de hoy, aquél título se atisba como más que posible en Europa aunque no tanto, como suele ser habitual vamos retrasados en España, donde vamos por una senda italianizante que, a ellos, por costumbre y experiencia con una Administración profesionalizada antes que politizada, no les va mal.

Por otra parte, también por los 80 surgió el movimiento agropop, liderado por los popularmente conocidos musicalmente como los Chanclas, cuyo mayor éxito me da pie al título de la columna. Yendo al tema, diremos que la Francia bajo la tutela de Macrón, el político preocupado con Vox, es como esas familias aristocráticas venidas a menos, con un declive periférico, un crecimiento inferior al nuestro en 2018, 0,3% PIB, y que con un aire claro de paternalismo político niega a Vox, amenaza con ruptura -Valls, ya está ejecutado- a Cs, se arriba a Sánchez para oscurecer a Merkel y, para ello, acepta la cercanía de éste a la izquierda radical e independentistas, lo que aún con perfiles ideológicos diferentes configura un dúo francófono de claros matices supremacistas y de injerencia sobre terceros, propio del "ombliguismo de la grandeur", que habla de nosotros y no puede con los "chalecos amarillos" o le tiemblan las piernas con Le Pen o el gran fiasco del colega catalán que no es capaz de distinguir entre Maragall y Colau, faltándole a ésta tiempo para colocar el lazo amarillo en el balcón municipal, todo un alarde de perspicacia salvo que a semejanza de Iglesias, pretenda, por aquello del historial, ser ministro en el próximo "gobierno bonito". Volvamos al supuesto liberal, que seguro no ha leído a Marañón ni a Ortega y Gasset, que es "aquel dispuesto a entenderse con quien piensa distinto y no admite que el fin justifica los medios".

Por ello, él pretende protagonismos indirectos e impostados, aprovechándose de avatares históricos trágicos en su territorio, solucionados en gran parte por el sacrificio de otros. Pero para qué seguir. Déjenos tranquilos, resuelva sus problemas, no intente utilizarnos en sus utópicas pretensiones europeístas que aquí, popularmente le calificaríamos de "alcahuete" aunque su ámbito de actuación sea trascendente y, en su caso, si viniera por aquí, cualquiera, como decía la canción del grupo citado, le preguntaría: "¿Y tú de quién eres?" y solo podría contestar, "yo, de Brigitte" y el curioso pensaría, "pues este no es de aquí". Au revoir.

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