Jueves SANTO. Amanecer con el dolor y el gozo de una ciudad que se abre al haz marino, porque en su soñar está el pan y en vino se torna su azulada claridad.

Jornada eminentemente eucarística donde el gran misterio de la transustanciación se hace realidad en un milagro que solo la fe profunda sabe vivir en toda su plenitud.

Jueves de emociones cofrades que se esparcen por la calles de Huelva, en procesiones de imágenes que llevan todo el símbolo de la tradición, de la religiosidad popular, de una catequesis que nos llena la mente en recuerdos de una historia sagrada que nos habla de una Pasión redentora, en el sacrificio y la muerte del mayor de los justos.

Para mí, también es jueves de dolor y gloria, ante una mesa que es altar y donde un Dios hecho hombre se entrega, en la grandeza de un cáliz que es cuerpo y alma de nuestra fe.

Desde hace unos días, cuando las palmas saludaban con ecos de victoria al que venía en nombre del Señor, hasta la cercanía de mañana Viernes Santo en que se rasgó el velo, la tierra tembló y en lo alto de un monte con forma de calavera, se realizó en el consumatum est la salvación del género humano.

Esta tarde los oficios divinos proclaman la gloria. Mañana todo será luto en las sombras y dolor en los corazones que después de una cuaresma preparatoria esperan el renacer de la alegría con una resurrección que es victoria sobre la muerte.

Mi mente sigue la mirada de un Jesús en la Oración , llena de sudor de sangre, pronunciada en aquel lugar, Getsemaní, donde un día lloré de emoción y mis lagrimas regaron una tierra que ya para siempre seria semilla en la palabra de un Dios que ofrecía misericordia, amor y salvación.

Hoy, sigo rezando con aquellas palabras que en un Pregón de entrega, en mi condición de cofrade, dediqué a la imagen titular de mi querida Hermandad en la tradicion y el cariño familiar:

Llorando por las penas no sufridas, con sangre de sudor estremecido, quiero ser de tu olivo ya perdido, el fruto que espera nueva vida

Estás, Señor, de rostro yerto, en oración que clama penitencia, oración que pide al padre su clemencia, para pasar del cáliz en el huerto.

Todo es sueño, Señor, en mi camino. Todo un buscar la verdad de mi destino, que mana sangre por senda dolorida.

Todo un mirar de mis ojos hacia el cielo, buscando de Tus ojos el consuelo, para unir por siempre, mi vida con tu vida.

Eucaristía, Dios vivo con nosotros. Huelva se inclina ante Tu presencia.

En la calle la luminaria de los cirios y los sones de las marchas procesionales, alumbran y ponen eco de éxtasis y de fe.

Jesús, ese Dios de los cristianos, está aquí.

Amén.

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