Arriados los pasos, devueltas las imágenes a sus altares tradicionales, apagados los cirios y silenciando poco a poco las emociones y las incertidumbres climatológicas en los desfiles procesionales, podemos afirmar que la Semana Santa, la de la calle, la de las bullas, la de las lágrimas ante nuestros Crucificados por la calle y apagado el sonido del martillo que deja el paso sobre el suelo del templo, la Semana de fervor y éxtasis, ha terminado.

Ha sido, sin duda alguna, una semana de esas en que los cofrades sufrimos mirando al cielo y apretando nuestros corazones cuando la procesión tenía que quedarse en casa, es decir, en el templo. Unos días amenazadores de lluvia en que en el seno de las Juntas de Gobierno había que tomar decisiones valientes, pensando con la cabeza más que con el corazón. Y así se hizo en gloria y honor de las Hermandades.

En esta ocasión hemos visto detalles de buena organización. La labor del Consejo de Hermandades y Cofradías, perfecta. Un año más la entrega de Toni González, su presidente y la Junta de Gobierno ha sido como todos esperábamos: sensata, útil y entregada a su misión.

Detalles, ha habido muchos en este dislate climatológico que avalaron la buena dirección en el seno de las Hermandades, como ese aviso de no salida a la calle, enviado a los hermanos en la mañana del miércoles Santo, por la Esperanza, o el retraso en hora y media de Pasión y el doloroso acierto del regreso a sus templos de los Estudiantes , de la Lanzada y otras más. Y un ejemplo de penitencia, el arrojo de las Hermandades que viene desde lejos, de barrios muy apartados del centro, que demostraron su afán de cumplir con sus Estatutos haciendo estación penitencial.

Ahora, despacio, con calma, los cronistas de cada Hermandad harán el verdadero relato de unos días en que sentimiento y corazón luchaban contra unas ilusiones contenida durante todo un año.

Los cultos en las iglesias nos dieron la más autentica realidad del ejercicio de la Pasión y Muerte de Nuestro señor Jesucristo. Desde la procesión de las palmas en la Catedral, hasta el desarrollo de todos los ritos litúrgicos de los santos días, fueron expresiones que los cristianos onubenses vivieron en amor y sentimientos de dolor.

Una semana Santa para recordar entre la luz y la sombra. Pocos rayos de sol y muchas tinieblas para quitar esa claridad que Huelva suele regalar en una semana especial.

En lo técnico, indudablemente el triunfo fue de los teléfonos móviles que este año ayudaron y favorecieron a miles de ciudadanos a conocer normas, avisos y lugares de orientación para situarse cada día.

Y que no falte, nuestra felicitación a los servicios de la Policía Local, de Seguridad y a los sanitarios, siempre dispuestos a una generosa entrega.

Ahora, sólo cabe ya recoger las túnicas, capirotes, guantes, cíngulos, guardar las Cruces de los penitentes, dar gracias a Dios por haber vivido los días consagrados en espíritu a la Pasión, y de nuevo a soñar con la Semana Santa del próximo año. Así sea.

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