Entre dos orillas

Juan A. Romero

jaromero@paginasdelsur.com

Gracias a docentes y alumnos por su magisterio

Ahora que estamos a orillas de cumplir fielmente la programación del presente calendario escolar, cabe echar la vista atrás y recordar lo difícil que resultará olvidar cada uno de los amaneceres septembrinos del pasado 2020. Un año que quedará marcado para siempre en nuestras vidas por el tiempo de angustia y desazón al que se enfrentaron las familias que convivían con la incertidumbre de saber cómo discurriría el presente curso que ahora llega a su epílogo, por culpa de la situación epidemiológica que atravesábamos, aún sin viales que administrar.

¿Volveríamos atrás a los pocos días del inicio del curso y se suspenderían las clases? ¿Regresaría la docencia telemática? ¿Arriesgábamos la vida de nuestros pequeños Sénecas llevándolos al colegio? ¿Y si volvían a casa, supondría poner en riesgo a los abuelos o los puestos de trabajo de los progenitores por tener que permanecer en sus domicilios para cuidarlos? Demasiados interrogantes rondaron la mente de todos a diario. Nos imaginábamos a ese maldito nanobichito, que se empeñaba en ponernos en las pantallas a enorme resolución, pululando por las aulas, bancas, libros, cuadernos, pizarras y tizas, acechando sigilosamente para contagiar a nuestros menores.

De igual modo, también era menester ponerse en la dermis de los miles de profesores que tenían que enfrentarse al año académico más complejo de toda su carrera.

De repente, los alumnos, directores, docentes y el resto del personal educativo tuvieron que enfrentarse a un férreo Plan de Contingencia con estrictas normas de salida y entrada de los centros, prohibiendo el acceso a las familias y personal ajeno, limitándose el contacto estrecho entre los menores, algo impensable de lograr, dada la enorme dificultad que ello entrañaba en los ciclos más bajos de infantil y primaria, obligando a que se relacionaran solo en grupos de convivencia. La dicha o la casuística han querido que este maldito virus no afecte a los más pequeños del hogar. Pero no habría que endosarle solo a la diosa fortuna el hecho de que el curso 2020-2021 se haya desarrollado con la normalidad que todos deseábamos. Detrás de ese rotundo éxito están el esfuerzo, firmeza y sacrificio de un cuerpo de docentes que ha demostrado con creces su enorme vocación y pasión por la enseñanza. Y sobre todo, ellos, nuestros hijos, que se han adaptado a la perfección a ese nuevo Mátrix que les ha tocado conocer y han sido siempre un ejemplo superlativo de comportamiento.

La pandemia nos ha enseñado qué bello es vivir, como canta el Kanka, o más bien que lo urgente es vivir, como sostenía Pau Donés. No olvidemos nunca esta lección.

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