Resulta asombroso que muchos comunicadores, analistas, tertulianos y los consabidos políticos, se alarmen, mesen sus cabellos y se rasguen sus vestiduras, como hacían las viudas en los grandes funerales de Tebas, según el genial Terenci Moix, por las broncas y enfrentamientos dialécticos de los portavoces en el Congreso y Senado, aderezados por gruesos vocablos y falsedades incontables. Es contradictorio y chocante que los mismos que se alarman con estas broncas, las tensionen y hostiguen, en los parlamentos y en los medios informativos, algunos de máxima audiencia, fomentando para ganar telespectadores, informaciones sesgadas y fragmentadas, pura desinformación, y ciertas manipulaciones interesadas.

Cabe entender la tensión, el enojo que provocan ciertas declaraciones, alusiones insultantes, insinuaciones despectivas y otras supercherías expresivas, sobre todo por parte del gobierno, principal generador de tantas y tan encendidas disputas, cuando se le pregunta y no contesta o responde con acusaciones y descabelladas denuncias, como la que hizo a Núñez Feijóo. sobre presuntas ayudas a la empresa en la que trabaja su esposa, según un rotativo del redil mediático más afín, que se apresuró a rectificar y pedir excusas, lo que no hicieron ni el presidente del gobierno ni sus ministros que a coro se sumaron a la injuria.

No vale el manido y ridículo “¡Y tú más!”, pretendiendo igualar conductas, porque no es así. La oposición está para controlar la acción de gobierno y exigir respuestas a cuantas preguntas se le planteen en beneficio de la trasparencia que exige la gobernabilidad democrática. Pero este gobierno es alérgico a la crítica, no la admite y silencia cuantas cuestiones se le plantean, que ahí siguen a pesar de la gravedad que entrañan. A medida que acapara estamentos de poder, justicia e información – ahí está la recién nombrada presidenta de RTVE, una de sus militantes -, aumentan sus responsabilidades de las que debe dar cuenta de inmediato.

Resultan inagotables los atropellos éticos y jurídicos perpetrados por este ejecutivo de ambicioso y autocrático poder porque es de una gravedad extrema que, como se ha informado y nadie ha desmentido, “La Fiscalía tuvo listo el caso Koldo antes de las generales del 23 J, pero decidió frenarlo”. Esta investigación fue conocida por el fiscal general del Estado, ordenando detenerla en plena época electoral, porque ponía en riesgo la continuación de Sánchez en el poder. En un Estado Democrático esto es de una gravedad incuestionable, de la que debe responder el gobierno. Porque ¿de quien depende el fiscal?... “Pues eso”.

Cualquier ciudadano de un supuesto Estado de Derecho se pregunta si puede filtrarse impunemente el informe de la Agencia Tributaria sobre un contribuyente o sobre la legalidad de las gestiones de una empresa privada con la esposa del presidente del gobierno si quien tiene que dirimir el posible conflicto de intereses o el tráfico de influencias depende también del ejecutivo.

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