Bono viene, bono va

¿Será que el problema reside en que los Gobiernos aspiran al mismo tiempo con Dios y con el diablo?

La historia se repite. Cuando se inicia el proceso de ajuste de los Presupuestos Generales del Estado debería asumirse, sin entrar en una fase depresiva, la imposibilidad de conseguir un acuerdo total con las partidas que contiene, por una parte, y las tonterías que se dicen, por otra: ¿Cómo olvidar los tres puentes sobre el río Odiel que Chaves, entonces presidente de Andalucía prometió a gritos en 2007, en una de esas etapas pre-Presupuestos? Con antecedentes como éste, se comprende que su confección suscite incredulidad, tensión y sorprenda algunos de los repartos que se hacen (¿Cómo se explica que en el borrador del PGE del año próximo el presupuesto de Defensa duplique al de Educación?).

El diseño de los Presupuestos para 2022 se ha presentado en sociedad. Esta vez la gran apuesta consiste en transferir a la ciudadanía una determinada cantidad de dinero para que, de forma autónoma y responsable, lo invierta en incrementar el bienestar de los ciudadanos y, con ello, de la sociedad en general. La medida no es del todo original, ya existe la experiencia de Zapatero cuando como Presidente de Gobierno en 2008, resolvió ayudar con 2.500 euros a las familias al nacer un hijo. Curiosamente, ya perteneciese a la familia de los Roig (la quinta más rica de España) o a la de una inmigrante de las chabolas de Lepe. Ese era el concepto de equidad entonces que, a decir verdad, seguimos arrastrando (¿De verdad todos los escolares andaluces necesitan que la Junta les pague los libros?)

Esta vez se organizarán unos bonos ("bono alquiler" y "bono cultural") de ayuda a los jóvenes a partir de 18 años. Esta vez con condiciones. Para el alquiler se otorgaría 250 euros que les ayudaría a independizarse y para la cultura 400 euros, a invertir en artes escénicas, arte en general y libros. Ambas medidas merecen los aplausos de la sociedad, a pesar de la polémica sobre el bono cultural porque, inevitablemente, se concibe como un concepto más indeterminado. Me molesta e inquieta coincidir con Vox en lo que sea, pero… ¿Cómo explicar que la tauromaquia, declarada Bien de Interés Cultural, no se pueda beneficiar de un "Bono cultural? ¿Imaginan que se le ponga limitaciones para jugar nuestro querido Recre, estando también declarado como BIC?

¿Será que el problema reside en que los Gobiernos aspiran a "estar con Dios y con el diablo" al mismo tiempo? Tenía razón André Malraux cuando afirmaba que la cultura es lo que, en la muerte, continúa siendo la vida.

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