Huelva

Enseñar al que viene, aprender del que llega

  • La profesora de la Universidad de Huelva Inmaculada González Falcón coordina el libro ‘Atención a la diversidad cultural en el contexto educativo’ sobre el papel a desempeñar por cada agente de la comunidad

Una profesora de las Aulas de Adaptación Lingüística con dos alumnos inmigrantes.

Una profesora de las Aulas de Adaptación Lingüística con dos alumnos inmigrantes. / Miguel Ángel Salas

Cada persona es un mundo, por eso también lo es cada alumno. El número de los que llegan de otros lugares crece, con idiomas y sobre todo con culturas muy alejadas de la mayoritaria aquí. Ya no es coyuntural, es un alumnado que forma parte de la estructura educativa y para el que paulatinamente se han establecido acciones sistematizadas como pueden ser las Aulas Temporales de Adaptación Lingüística (ATAL). “Hay un trabajo hecho, hay que analizarlo y seguir avanzando”, señala la profesora de la Universidad de Huelva Inmaculada González Falcón, coordinadora del libro Atención a la diversidad cultural en el contexto educativo. Claves y aportaciones para la escuela inclusiva (Editorial Pirámide).

Este libro, participado por personas que han realizado distintas investigaciones sobre estas temáticas, parte de la defensa de una educación para todos y analiza qué papeles concretos deben jugar los principales agentes de la comunidad educativa para atender a esa diversidad progresiva en el seno de los centros educativos.

Como los cantes, defienden un enriquecimiento de ida y vuelta, un aprendizaje con doble sentido que debe ir más allá de que quien llegue aprenda lo de aquí. Una oportunidad para que aporten lo que traen consigo, pero para eso necesitan ayuda. “La inclusión y la interculturalidad afectan a toda la comunidad educativa”, apunta González Falcón y sin embargo, respecto a los equipos directivos considera que, aunque “en los últimos años se ha avanzado, no hay una cultura de trabajo sistemático”.

¿Qué puede hacer un equipo directivo? La coordinadora explica que debe trabajar la diversidad, fomentar las relaciones interculturales y favorecer mecanismos que faciliten el acceso a la escuela (con protocolos ya existentes) y también la participación, por ejemplo a través de la traducción de los documentos internos del centro. “Se diseñan acciones pensando en el alumno medio para después hacer las adaptaciones necesarias pero el enfoque debe ser contrario: es necesario incluir a todos desde el principio, la investigación demuestra que no se retrasa a nadie, los alumnos siguen avanzando y además adquieren más competencias”.

Las pequeñas acciones de los docentes en su día a día también generan cambios, indica este estudio sobre la atención a la diversidad en los centros educativos. Gestos como recibir al alumno con alguna palabra en su propio idioma o “intentar no juzgar desde los propios parámetros culturales” y así evitar situaciones de incomprensión con las familias o con el alumnado.

En muchas ocasiones, son entornos con situaciones laborales precarias, a veces irregular, “no siempre tienen posibilidades de horario ni materiales a lo que se puede sumar el desconocimiento del idioma y del propio sistema educativo, de lo que se espera de esas familias”, apunta González Falcón. Por otra parte, en ocasiones, señala, “perciben hostilidad en determinados entornos, en definitiva su punto de partida es más difícil y la escuela tiene más facilidades para dar más pasos que allanen el camino”.

Las Aulas de Adaptación Lingüística (ATAL) constituyen un instrumento regularizado desde 2007 en Andalucía, un recurso al que acceden cerca de 400 alumnos en Huelva este curso a través de veinte docentes en sesenta centros de la provincia. “El objetivo no debe ser sólo que estos alumnos aprendan español, también se debe poner en valor el idioma que traen, hablemos de diversidad cultural y lingüística”, explica la coordinadora del libro acerca de este recurso en el que también abunda la investigación.

Por ejemplo, llama la atención sobre el hecho de que no se saque partido del conocimiento del francés que tienen muchos alumnos de origen magrebí y advierte de la importancia de reforzar la lengua materna porque “la cultura emerge de la mezcla, es dinámica y por eso se debe trabajar en competencias interculturales”. 

Figuras como los orientadores y los educadores sociales pueden ser piezas determinantes, apunta esta investigación. Sin embargo, son figuras aún no suficientemente desarrolladas. En el caso de los primeros, “existe la necesidad de que haya uno en cada centro y no sólo en Secundaria” porque juegan un papel clave “no sólo para la convivencia, también para saber cómo tener en cuenta los referentes culturales del alumnado, cómo interpretan su propia cultura”.

Ir más allá de que “los de Marruecos son así y los polacos de otra manera, no se puede olvidar a la familia y a la persona concreta que tengo delante”. El papel de los educadores tiene la doble vertiente de sensibilización y de facilitar el acceso a los recursos de la mano de asociaciones y administraciones, aunque están “poco extendidos”.

Inmaculada González Falcón concluye que “la cultura emerge de la mezcla, hay que ayudar a entender que es dinámica” para no percibir lo distinto como una amenaza en los centros, en alumnos que “no son los ciudadanos del futuro, ya son ciudadanos hoy”.

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