Huelva

Aulas ATAL: la primera etapa educativa de alumnos inmigrantes en Huelva

  • Veinte docentes de Primaria y Secundaria procuran la integración lingüística de 382 niños llegados a los centros sin saber español

Un aula ATAL con carteles que incluyen mensajes básicos en español y en árabe.

Un aula ATAL con carteles que incluyen mensajes básicos en español y en árabe. / Javier Alonso

Veinte docentes de Primaria y Secundaria en sesenta de centros de la provincia de Huelva tratan de favorecer la integración de 382 alumnos que llegan sin saber español. Es el objetivo de las denominadas Aulas Temporales de Adaptación Lingüística (ATAL), un recurso implantado en estas dos etapas que se destina cada curso a los centros que concentran más demanda. Al no establecerse de manera fija en los colegios e institutos, los docentes deben atender a alumnos en varios de ellos y en localidades diferentes.

Hay alumnos que entran a lo largo del curso, algunos llegan solos, otros sí vienen con su familia pero tienen ocupaciones laborales con jornadas prolongadas. Llegan a un país nuevo del que lo desconocen todo y a veces con niveles ínfimos de formación previa.

La profesora de Secundaria Miriam Bellerín enseña español en institutos de Almonte y Rociana. Es su cuarto año en las aulas ATAL, pero tiene un bagaje previo como voluntaria en un centro de adultos, “me di cuenta de las necesidades que tenían los inmigrantes y me hacía ilusión ayudarlos”. Ya como profesional, explica que el niño al llegar “busca la conexión, lo noto en cómo me mira. Lo primero que hago es tocarlo para transmitirle: aquí estoy yo para ti”.

A través de manuales básicos les enseñan el vocabulario sobre la clase, el cuerpo, las comidas..., para ir introduciéndoles en la gramática y así ir incrementando el nivel de dificultad. Miriam proporciona también material a sus compañeros cuando ella no está, ya que en paralelo estos alumnos asisten a las clases de sus cursos. “A veces están solos en el mundo” y en momentos de dificultad “sentimos impotencia, no sabemos cómo hacerlo para consolarles”.

La ayuda de otros alumnos que conocen los dos idiomas es crucial porque con las familias, “la desconexión existe, están todo el día trabajando”. No obstante, Miriam cuenta que cuando tienen la oportunidad “no saben cómo darte las gracias”. Si el factor humano es esencial en toda la docencia, en las Aulas ATAL se incrementa, para esta profesora es “un chute de adrenalina cuando forman una frase compuesta aunque sea por casualidad”. Por contra, “cuando vienen hablando en árabe y veo que no pueden me baja la moral, unas veces me vengo arriba y otras me pongo muy triste”. 

Tiene en el maletero de su coche una especie de chistera pero en vez de conejos, saca materiales para sus niños porque para todos no funcionan igual y hay que ir “a salto de mata y ser resolutivo”. No obstante, trata de impartir “una clase normal” con sus libros, sus exámenes y sus tareas, así se sienten normalizados al percibirla similar a la de sus compañeros.

En cada centro con aula ATAL hay normalmente algo más de diez alumnos que ella divide en grupos por niveles, “la coyuntura ideal son tres o cuatro niños en cada uno”. En definitiva, “necesitan mucho esfuerzo y tesón” y pone el ejemplo de un alumno que llegó a 4º de ESO en mayo, le puso 1.500 paginas de tareas y las trajo bien hechas en septiembre. “Algunos tienen claro lo que quieren, a otros les pasa como a muchos de sus compañeros, lo que quieren es hacerse famosos”. Tan distintos en algunos aspectos pero tan parecidos en otros, alumnos que “forman parte de ti”, afirma Miriam.

Lola Martínez enseña español en tres centros de la capital, además de otros dos en Alosno y San Bartolomé de la Torre. Es su tercer curso en ATAL y ha dado clase a muchos menores inmigrantes no acompañados y con escasa escolarización anterior procedentes fundamentalmente de Marruecos y Argelia. Algunos saben algo de francés, conocen las grafías y están familiarizados con la escritura de izquierda a derecha, ya que en árabe es al contrario. En estos casos “aprenden a leer un poco más rápido”. 

Coincide en que lo primero es “darles tranquilidad, llegan muy perdidos y tienen miedo”. Se sirve del “trabajo en cadena”, la colaboración de otros alumnos que han pasado por los mismo. En estas aulas, apunta Lola, “se sienten más acogidos porque hay más niños que hablan su idioma y se les da una atención exclusiva”.

Los métodos más visuales y dinámicos les ayudan a ir asimilando poco a poco las nociones en la oralidad, la lectura y la escritura. Primero la grafía, la fonética, las letras, las sílabas y las frases. “Hay que ir viendo qué les resulta más cómodo, son tan vulnerables que hay que ir con mucho tacto y en las clases generales se encuentran muy perdidos”.

La evolución, señala Lola Martínez, depende de muchos factores. “A los niños que tienen aquí a su familia se les nota mucho, avanzan más rápido. Los que carecen de ella tienen una dificultad extra y cuando salen de aquí desconectan”. También, añade, “depende de la integración de cada centro” porque las aulas no tienen la continuidad garantizada en ellos, depende, entre otros aspectos, de la demanda existente en cada curso. 

Cada niño es un mundo, hay que entender que les cuesta y los más inseguros se retraen por vergüenza a equivocarse, eso los va alejando del aprendizaje”, señala Lola. A pesar de todo, para esta profesora es una labor “a veces gratificante, va por días”.

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