Vía Crucis de la Virgen Dolorosa

Acariciando a parasceve

Cinta Ortega.
Cinta Ortega. / M.G.

Permitidme, que en este, mi segundo artículo cuaresmal, retome el tema de las detracciones o adhesiones, ante el hecho de que la titular, que este año presida el Vía Crucis Oficial de nuestra Semana Santa, sea María Santísima de los Dolores al pie de la Cruz. La noticia pudo resultar sorpresiva, pero no debería parecer descabellada, como en algún foro se ha llegado a decir. Entre los comentarios negativos, incluso se ha escuchado, que a partir de ahora, cualquier titular mariana, de cualquier otra hermandad de penitencia, podría presidir el mismo en años venideros. Y, pregunto: ¿Por qué no? ¿Cuál sería el problema? Mucho se habla de la necesidad de innovar, pero cuando la innovación no convence, llueven las murmuraciones. Igual, parte de la crítica, ha venido porque anteriormente, en Huelva, ninguna Virgen bajo palio ha sido pionera en presidir este Vía Crucis Oficial.

Y, no es María Santísima de los Dolores la primera titular mariana que va a presidir el mismo en Huelva. Ya en el año 1990, la titular que presidió el citado Vía Crucis fue Nuestra Señora de las Angustias. Habrá quien argumente que la misma tiene a Cristo yerto en sus brazos, y, por ello, con esta imagen, sí se representa la décimo tercera estación del Vía Crucis. Pero este año nos encontraremos con María Santísima de los Dolores al pie de la Cruz. ¿Es que esa Cruz no representa a ese Dios que quiso vencer el mal con su propio dolor, a ese Cristo que, siendo Señor quiso ser Siervo, llegando a la total entrega de sí mismo, como imagen plástica del amor?

Pero, a mayor abundamiento, ¿es que vamos a negar la existencia del Vía Crucis de la Virgen Dolorosa? En la Pasión y Crucifixión de Jesús fueron dos las personas que pagaron con sus propias vidas el precio de nuestra redención: Cristo, nuestro Salvador y Redentor, que con su sangre lavó nuestros pecados, pero también su Madre, la Corredentora, que por su amor a Dios, padeció la agonía de su Hijo, y consumida de dolor, inmersa en el cáliz de la sangre redentora del Mesías, compartió plenamente el sacrificio salvífico de Jesús. El camino del Calvario no sólo fue recorrido por Cristo. María también recorrió esa vía dolorosa; María acompañó, consolando a su Hijo, con una presencia silente y escondida. Ella caminó presenciando todo el dolor de ese Fruto que albergó en su vientre, para, al final, recibirlo muerto en sus brazos.

¿Qué madre no sufre un auténtico calvario ante cualquier enfermedad de un hijo suyo?, y aún peor, ¿qué dolor no ha experimentado esa madre que lo ha visto fallecer? Preguntemos a esas madres ucranianas si no están pasando por un auténtico vía crucis, tratando de que sus hijos escapen de los horrores de la guerra. ¿Cuántas no cambiarían sus destinos por los de aquellos, que siempre serán sus pequeños querubines?

¿Quién puede negar que María vivió y sufrió en primera persona ese Vía Crucis?....”Primera estación: Jesús es condenado a muerte:…... Señora y Madre nuestra, te pedimos perdón, por haber sido la causa de tanta angustia para tu Corazón de Madre, y prometemos consolarte en adelante con nuestra generosidad….”

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