Gente Inteligente

Saber vivir o trabajar bajo presión no es una fortaleza personal

Una mujer trabajando bajo presión.

Una mujer trabajando bajo presión. / M. G.

En un mundo cada vez más rápido y competitivo, demasiado a menudo se elogia la capacidad de trabajar o vivir bajo presión como una fortaleza personal. Muchas personas lo ponen, incluso, como una habilidad destacada en sus currículos porque hay empresas que lo piden. Pero creo que es necesario desmitificar esta creencia y decir alto y claro que nadie debería necesitar hacerlo salvo en ocasiones puntuales donde, además, es necesario tener bien afiladas las estrategias emocionales para no pagar sus seguras consecuencias.

Es verdad que puede ser útil, porque quienes son capaces de mantener la calma en el fragor de la batalla tienen más opciones de triunfar y salir indemnes. Y hay muchas batallas que lidiar en la vida. Pero no caigamos en la trampa de normalizar la presión o el estrés y pensar que es lo natural o que hay que aprender a tolerarlo.

Lo malo de lo mucho que ha calado en nuestra cultura laboral la idea de que trabajar bajo presión es una fortaleza, es que se asocia demasiadas veces a personas resilientes o muy competentes, algo que se extrapola rápido a la vida personal. Y lo peor, es que esta percepción ignora los efectos negativos que el estrés crónico tiene en nuestra salud física y mental. Eso sí que es peligroso.

Bajo presión cometemos más errores, tenemos menos creatividad, menos proactividad y somos menos eficientes. Así que, bien mirado, más que una fortaleza, trabajar o vivir bajo presión puede convertirse en una carga que, además, afecta seriamente la salud.

Cinco claves emocionales para lidiar con la presión

La inteligencia emocional te permite abordar las situaciones bajo presión de manera más saludable y efectiva. Pero recuerda el sabio refranero popular cuando dice que ‘no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista’. No toleres que te exijan trabajar o vivir bajo presión más tiempo del necesario, ni te lo exijas tú. Y mientras sea necesario, recuerda estas cinco claves emocionales para defenderte bien y gestionar con éxito esas situaciones estresantes que tienes que superar.

La primera clave es tu autoconciencia emocional. Es ser capaz de reconocer que estás sintiendo estrés o presión y entiendes sus consecuencias. Esto te permite evitar darte cuenta demasiado tarde e identificar los desencadenantes y los patrones de pensamiento que contribuyen a aumentar la presión. Eso es algo fundamental para gestionarla bien mientras dure y, sobre todo, para saber cuándo te deja de merecer la pena y ponerle fin.

La segunda clave es la autorregulación. Cuando ya eres consciente de tu estrés, es importante encontrar formas saludables de regularlo. Son las estrategias que te ayudan a mantener la calma en situaciones de presión y a tomar decisiones más conscientes e informadas. Pueden ser técnicas de respiración, ejercicio físico, una playlist de música que te relaje, visualizarte en un bosque o un río, crear tu caja de la calma con objetos cuyo tacto te reconforte, dibujar tus emociones para expresar y desahogarte… Hay mil y una estrategias, y deberías tener preparadas las tuyas para cuando te haga falta.

La tercera clave es la flexibilidad emocional, es decir, tu capacidad de adaptarte a las situaciones cambiantes y tolerar la incertidumbre. No quieras tenerlo todo controlado, resiste ante la ambigüedad con confianza y sin demasiadas expectativas. Desde ahí es más fácil dejar de resistirse a la presión y aprender a verla como un desafío para aprender.

La cuarta clave es la planificación. Obvio. Una organización adecuada, estableciendo de forma clara las prioridades y gestionando bien el tiempo, puede reducir significativamente la presión y ayudarte a abordar lo que hay que hacer con calma y enfoque.

Y la quinta clave es tan importante como las anteriores, y es el apoyo social. No puedes olvidar el apoyo de las personas que te rodean, y la oportunidad que siempre tienes de pedir ayuda si la necesitas, para compartir preocupaciones o retos. No siempre caemos a tiempo en esta opción.

Así que, no. La habilidad de vivir o trabajar bajo presión no es en sí misma una fortaleza personal. Es sólo una habilidad transitoria que puede ser perjudicial si no se maneja de forma adecuada. Y eso significa saber identificar cuándo estamos sufriendo la presión, saber qué consecuencias tiene, saber cómo reducirla puntualmente y saber cuándo ponerle fin. Todo eso.

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